Fouché (Stefan Zweig) (Stefan Zweig) Libros Clásicos

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La municipalidad de Lyon se rehusa con arrogancia a intervenir, decidida a enseñarles los dientes a los terroristas de París. Hacía tiempo que habían recibido con repugnancia la guillotina, el instrumento del terror. Sin usarla, la tuvieron metida en un granero hasta este momento, cuando se preparan para dar una lección a los paladines del sistema terrorista, estrenando el filantrópico artefacto en la cabeza de un revolucionario. Y precisamente por la falta de uso de la máquina siniestra, y también por la torpeza del verdugo, la ejecución de Chalier se convierte en un cruel e infame suplicio. Tres veces cae el filo romo de la cuchilla sin decapitar al reo. El pueblo mira horrorizado el cuerpo atado y ensangrentado del caudillo retorciéndose todavía con vida, en medio de una espantosa tortura, hasta que el verdugo, compadecido, remata la obra de la guillotina enmohecida con un golpe certero de su sable. ¡Pero esta cabeza atormentada, horriblemente lacerada, será Palladium de Vindicta para la revolución y cabeza de Medusa para sus asesinos!
En la Convención la noticia de este crimen produce verdadero espanto. ¿Cómo se atreve una ciudad francesa, sola, a ejercer franca resistencia contra la Asamblea Nacional? Había que ahogar en sangre esa provocación insolente. Pero el Gobierno de Lyon sabe muy bien lo que le espera, y de la resistencia pasa abiertamente a la rebelión contra la Asamblea Nacional. Levanta tropas y prepara las obras defensivas necesarias para oponerse por la fuerza al ejército republicano. Las armas decidirán entre Lyon y París, entre reacción y revolución.
Es lógico que una guerra civil se considere en este momento como un verdadero suicidio para la joven República, porque jamás su situación fue más peligrosa y más desesperada. Los ingleses habían tomado Tolón, habían saqueado la flota y el arsenal y amenazaban a Dunquerque, mientras que, por otra parte, avanzaban los prusianos y los austríacos en el Rhin y la Vendée estaba en llamas. La contienda y la rebelión conmueven a la República de una a otra frontera. Pero son los días heroicos de la Convención francesa. Impulsada por un instinto siniestro, de predestinación decide responder al peligro con el reto como mejor manera de combatirlo, y es así que los jefes, después de la muerte de Chalier, rehusan cualquier pacto con sus verdugos. "Potius mori quam foedari", "Mejor sucumbir que pactar", mejor otra guerra sobre las siete guerras que se hacían que una paz que fuera síntoma de flaqueza.

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