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Y este irresistible ímpetu de la desesperación, esta pasión ilógica, furiosa, salvó a la revolución francesa lo mismo que a la rusa (amenazada en el exterior por los ingleses y los mercenarios de todo el mundo y en el interior por las legiones de Wrangel, de Denikin y de Koltschak) en el momento de mayor peligro. De nada les vale a los habitantes de Lyon echarse francamente en brazos de los realistas y confiar el mando de sus tropas a un general del Rey. De las granjas y de los suburbios surgen avalanchas de soldados proletarios, y el 9 de octubre las tropas republicanas conquistan la segunda capital de Francia. Este día es tal vez el más espléndido de la revolución francesa. Cuando en la Convención el Presidente se levanta solemnemente de su asiento y comunica la capitulación definitiva de Lyon, los diputados saltan de sus asientos y se abrazan de alegría; por un momento parece terminada toda discordia. La República está salvada; ha dado un magnífico ejemplo a todo el país, a todo el mundo, de la fuerza iracunda, de la pujanza irresistible del ejército popular republicano. Pero fatalmente el orgullo de la propia bravura arrastra a los vencedores a una soberbia incontenible, a un trágico deseo de convertir el triunfo en terror. Terrible como el ímpetu de la victoria, va a ser ahora la venganza contra los vencidos. "Hay que dar un escarmiento ejemplar, hay que hacer ver que la República francesa, que la joven revolución, reserva el más duro castigo para los que se levanten contra ella". Y así se rebaja ante el mundo entero la Convención, defensora de la Humanidad, con un decreto cuya pauta histórica parece dada por los Califas y por Barbarroja con su vandálica devastación de Milán. El 12 de octubre el Presidente de la Convención propone el documento tremendo en que se pide nada menos que la destrucción de la segunda capital de Francia. Este decreto, poco conocido, dice textualmente:
"1º La Convención Nacional nombra, a propuesta de la Comisión de la Salud pública, un Comité especial de cinco miembros para castigar sin demora, militarmente, la contrarrevolución de Lyon.
2º Todos los habitantes de Lyon serán desarmados y sus armas entregadas a los defensores de la República.
3º Parte de ellas serán entregadas a los patriotas que fueron oprimidos por los ricos y contrarrevolucionarios.
4º La ciudad de Lyon será devastada.