Fouché (Stefan Zweig) (Stefan Zweig) Libros Clásicos

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Al día siguiente tiene la osadía, en la Convención y ante los jacobinos, de defender la matanza colectiva como una forma de "humanidad". "Queríamos -dice- librar al mundo del espectáculo tremendo de ejecuciones constantes, ininterrumpidas." Por eso acordaron los comisarios aniquilar en un mismo día y de una vez a todos los condenados y traidores, debiendo buscarse el origen de este propósito en una "véritable sensibilité". Ante los jacobinos se entusiasma con mayor fervor aún por el nuevo sistema "humanitario". "Sí, hemos tumbado doscientos condenados con un sola descarga, y esto es lo que se nos reprocha. ¡Pero esto es, en realidad, un acto de moderación! Si se arrastra a la guillotina a veinte condenados, puede decirse que los últimos mueren veinte veces. Con nuestro sistema caen veinte traidores de una vez. " Y, efectivamente, estas frases gastadas, sacadas precipitadamente del tintero sangriento de la jerga revolucionaria, hacen su efecto: la Convención y los jacobinos aprueban las declaraciones de Collot y dan a los procónsules plenos poderes para continuar las ejecuciones. El mismo día París celebra la inhumación de Chalier en el Panteón -un honor que hasta entonces sólo se había concedido a Juan Jacobo Rousseau y a Marat-, y su concubina recibe, como la de Marat, una pensión. Oficialmente es declarado el mártir santo nacional y así queda tácitamente aprobada, como justa venganza, cualquier violencia por parte de Fouché y Collot.
Sin embargo, cierta incertidumbre se apodera de ellos, porque la situación empieza a ser peligrosa en la Convención, donde se vacila entre Danton y Robespierre, entre la moderación y el terror. Hay que obrar con cautela entonces, y los dos deciden repartirse los papeles: Collot d´Herbois se queda en París para vigilar la opinión en los comités y en la Convención, para rechazar cualquier posible ataque con la fuerza brutal de la elocuencia, mientras que el seguimiento de las matanzas queda confiado a la "energía" de Fouché. No debemos olvidar que durante aquella época Joseph Fouché fue señor único y omnipotente, porque después, de manera hábil, intentará cargar sobre su colega -de espíritu más abierto- todas las violencias cometidas. Los hechos demuestran que en la época en que Fouché manda solo no trabaja menos mortíferamente la guadaña. Cincuenta y cuatro, sesenta, cien personas por día caen durante la ausencia de Collot. Y se siguen derribando muros, saqueando las casas y vaciando las cárceles con las continuas ejecuciones.

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