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Con la delfina a la derecha y el delfín a la izquierda. el rey conduce al dormitorio a la infantil pareja (juntos los dos suman apenas treinta años). Mas aun hasta la cámara real penetra la etiqueta, pues ¿quién otro sino el propio rey de Francia en persona podría entregar al heredero del trono la camisa de dormir, y quién sino la dama de categoría más alta y más recientemente casada, en este caso la duquesa de Chartres, podría dar la suya a la delfina? En cuanto al tálamo mismo fuera de los novios sólo a una persona le es lícito acercarse a él: el arzobispo de Reims. que lo bendice e hisopea con agua bendita.
Por fin abandona la corte aquel recinto íntimo: por primera vez, Luis y María Antonieta se quedan conyugalmente solos. y las cortinas del dosel del lecho se cierran. crujientes. en torno de ellos: telón de brocado de una invisible tragedia.
SECRETO DE ALCOBA
En aquel lecho no ocurre primeramente nada. Y tiene un doble sentido. altamente fatal, el que el joven esposo escribiera a la mañana siguiente en su diario: «Rien». Ni las ceremonias de corte. ni la bendición arzobispal del lecho de los novios han tenido fuerza para vencer un penoso impedimento del organis mo del novio: matrimonium non consummatum est: el matrimonio, en su propio sentido, no ha sido consumado: no lo ha sido hoy, no lo será mañana, ni tampoco en los inmediatos años. María Antonieta ha tropezado con un «nonchalant mari». con un marido negligente, y al principio se piensa que sólo timidez. inexperiencia o nature tardive -hoy diríamos retraso infantil-sean lo que paraliza al joven de dieciséis años junto a aquella muchacha encantadora. Que no se le hostigue. que se le tranquilice a fin de que desaparezca el impedimento psíquico, es opinión de la experimentada madre. y amonesta a Antoinette para que no tome demasiado a mala parte el desengaño conyugal -«point d´humeur là desseus», le escribe en mayo de 1771-, y recomienda a su hija «caresses, cajolis», ternuras. mimos, pero, por otra parte sin abusar de ello: «Trop d´empressement gâterait le tout». Pero como esta situación llegara a durar ya un año, dos, la emperatriz comienza a inquietarse acerca de esta «conduite si étrange» del joven esposo. De su buena voluntad no puede dudarse, pues de mes en mes se muestra el delfín más tiernamente sometido a su linda esposa: renueva incesantemente sus visitas nocturnas, sus inútiles tentativas, pero en la última y decisiva terneza lo paraliza algún «maudit charme», algún maldito hechizo. cierto impedimento fatal y misterioso. La ignorante Antoinette piensa que ello consiste sólo en «maladresse et jeunesse», en torpeza y juventud: en su inexperiencia.