Las amistades peligrosas (Choderlos de Laclos) Libros Clásicos

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En efecto, sus obsequios repetidos, aunque recibidos siempre por la misma mujer, lo fueron siempre por una nueva amante.
En fin, al rayar el día fue preciso separarse y por más que dijo e hizo por probarme lo contrario, tenía tanta necesidad de ello como poco deseo. En momentos en que salíamos y nos despedíamos tomé la llave de aquella mansión deliciosa y poniéndola en sus manos le dije: "No la tenía sino por usted; es justo que usted disponga de ella; el sacrificador debe disponer del templo." Con esta maña he sabido prevenir las reflexiones que hubieran podido excitarse en él, viéndome propietaria de una casita, cosa siempre sospechosa. Estoy segura de que no se servirá de ella con otra mujer, y si yo tuviera el capricho de ir allí sin él tengo llave doble. Quería le señalase día para volver, pero lo amo demasiado para querer acabarle tan pronto. Los excesos son buenos con aquellos a quienes luego se quiere dejar. Él no sabe eso, pero por dicha suya lo sé yo por los dos.
Son las tres de la mañana y he escrito a usted un volumen cuando tenía intención de escribirle sólo una palabra. Este placer produce la confianza de la amistad; ella hace que usted sea lo que yo más aprecio. Pero el caballero es lo que más me agrada.
En..., a 12 de agosto de 17...

CARTA XI
LA PRESIDENTA DE TOURVEL A LA SEÑORA DE VOLANGES
Muy señora mía: Su severa carta me hubiese asustado si no hubiera hallado aquí más motivos de seguridad que los que usted me da para desconfiarme. El sensible Valmont, que debe imponer terror a todas las mujeres, ha dejado sus mortíferas armas a la entrada de esta quinta. Lejos de formar proyectos en ella, no tiene siquiera pretensiones, y su cualidad de hombre amable, que le conceden aun sus enemigos, desaparece para no dejar ver sino un hombre liso y llano. El aire del campo ha operado sin duda este milagro. Puedo asegurarle que a pesar de que siempre está conmigo y parece que halla gusto en mi compañía, no se le ha escapado una sola palabra que tenga visos de amor, ni aun ninguna de aquellas frases que todos los hombres se permiten, sin tener como él, lo que es preciso para que se les excusen. Jamás obliga a aquella reserva que hoy toda mujer, que sabe portarse con decencia, está precisada a observar para contener a los hombres que la rodean.

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