Las amistades peligrosas (Choderlos de Laclos) Libros Clásicos

Página 27 de 316


Basta que yo tenga que quejarme del amor. Usted ve que sigo sus ideas y confieso mis errores. En efecto, si se llama estar enamorado el no poder vivir sin poseer lo que se desea, sin sacrificar el tiempo, los placeres y la vida, yo lo estoy verdaderamente. No estoy más adelantado que antes, y aun no tendría nada que decirle en este punto, sin un suceso que me da mucho que pensar y por el cual yo no sé todavía si debo esperar o temer.
Usted conoce mi lacayo, tesoro de intrigas y verdadero gracioso de comedia. Bien piensa usted que sus intenciones eran cortejar a la doncella y emborrachar a los criados. El tunante es más dichoso que yo. Ha logrado su fin. Y ahora acaba de descubrir que la señora de Tourvel ha encargado a uno de sus criados de tomar informaciones sobre mi conducta, y aun de seguirme en mis excursiones por las mañanas, en cuanto pueda, sin que yo me percate de ello. ¿Qué quiere esta mujer? ¿Con que la más honesta de toda se arriesga a cosas que apenas osaríamos nosotros?.... Juro a usted... Pero antes de pensar en vengarme de esta astucia femenina, ocupémonos de hacer que resulte en nuestra ventaja. Hasta ahora, estos paseos que excitan sus sospechas, no tenían objeto ninguno; es preciso hacer que lo tengan. Este plan merece mi atención; dejo a usted para meditarlo. Adiós, mi hermosa amiga
Siempre en la quinta de..., a 15 de agosto de 17...

CARTA XVI
CECILIA VOLANGES A SOFÍA CARNAY
¡Ay! Mi querida Sofía; he aquí muchas noticias que acaso no debería darte. Pero es preciso que hable con alguien, no puedo resistir. El caballero Danceny... estoy tan turbada que no puedo escribir; no sé por dónde empezar. Después de que te conté la noche tan divertida que pasé con él y la señora de Merteuil en el cuarto de mi madre, no volví más a hablarte de esto porque no quería hablar a nadie; pero siempre pensaba en ello9. Desde entonces se puso él muy triste; pero tan triste, tan triste, que me daba mucha pena. Y cuando le preguntaba yo por qué lo estaba me decía que no era cierto; mas yo veía que sí. En fin, ayer lo estaba más de lo acostumbrado, aunque eso no le impidió tener la complacencia de cantar conmigo como de ordinario; pero cuantas veces me miraba me oprimía el corazón.

Página 27 de 316
 

Paginas:
Grupo de Paginas:                 

Compartir:




Diccionario: