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Ahora que usted la conoce espero que no volverá a pedirme que le escriba y asimismo no dirá a nadie que le he escrito, porque se me censuraría y podría causarme un gran sentimiento. Sobre todo espero que usted mismo no formará mal juicio de mí, lo que sentiría más que todo. Puedo asegurarle que por ningún otro hombre hubiera tenido esta complacencia. Quisiera que usted tuviese la de no estar triste como lo estaba, porque eso me quita todo el gusto que tengo en verle. Usted ve que le hablé con toda franqueza. Nada deseo con más ansia que el que nuestra amistad dure siempre. Pero por Dios no me escriba más.
CECILIA VOLANGES.
En..., a 20 de agosto de 17...
CARTA XX
LA MARQUESA DE MERTEUIL AL VIZCONDE DE VALMONT
¡Ah, picarillo! Me lisonjea temiendo que me burle de usted. Vamos, le hago a usted gracia. Me escribe tantas locuras, que debo perdonarle el juicio que le hace tener su presidenta. No creo que mi caballero sería tan indulgente como yo; sería capaz de no aprobar nuestro nuevo arrendamiento y de no hallar nada de gracioso en la idea loca de usted, a pesar de que a mí me ha hecho mucha gracia y que verdaderamente sentía tener que reír sola. Si usted hubiese estado allí no sé hasta donde podría conducirme mi alegría. Pero he reflexionado y me he armado de severidad. No es decir que renuncio para siempre; pero que doy largas y tengo razón; porque podría poner algo de vanidad y el que se pica al juego no sé dónde parará. Fuera capaz de cautivarle de nuevo y hacerle olvidar su presidenta; y si lograse yo, indigna, disgustar a usted de la virtud, ¡qué escándalo! Para evitar este peligro vea usted mis condiciones.
Luego que haya logrado a su bella devota y pueda probármelo venga y soy suya. Pero sabe bien que en los negocios importante no se admiten pruebas sino por escrito. Con este arreglo, por una parte yo seré una recompensa y no un consuelo, idea que me agrada más. Y por otra parte el logro de usted será más picante, sirviendo de medio para una infidelidad. Venga, pues, venga lo más pronto posible a hacerme el testimonio de su triunfo, al modo que venían nuestros antiguos y valientes caballeros a poner a los pies de sus damas los frutos brillantes de su victoria.