Página 71 de 316
EL VIZCONDE DE VALMONT A LA MARQUESA DE MERTEUIL
Compartirá mi alegría, mi bella amiga: ¡Soy amado! He sometido a un corazón rebelde; en vano disimula todavía; mi feliz astucia ha arrancado su secreto: gracias a mi actividad sé ya cuanto me interesa; desde ayer noche, desde la feliz noche de ayer, he vuelto a encontrarme en mi elemento; he vuelto a recobrar mi existencia; he descubierto un doble misterio de amor e iniquidad; disfrutaré el uno y me vengaré del otro. Volaré, en fin, de placer en placer. Con la sola idea que me formo, me arrebato de modo que apenas me contengo ni puedo poner en orden lo que debo referir a usted. Ensayo, sin embargo.
Ayer mismo, después de escribirle, recibí una carta de mi bella devota. Adjunta la hallará usted y verá que, lo más disimuladamente que ha podido, me da permiso de escribirle. Pero me insta a que me ausente, y he conocido que no podía dilatarlo más sin perjudicar mis intereses.
Atormentado, sin embargo, por el deseo de saber quién había escrito contra mí, estaba aún indeciso sobre el partido que tomaría, e intenté ganar a la doncella para que me diese las faltriqueras de su ama, que podía tomar por la noche y volver a su puesto a la mañana siguiente. Le ofrecí diez luises por este pequeño servicio, pero me hallé con una mujer digna, escrupulosa, a la cual no pude vencer con mi elocuencia ni con mi dinero. Estaba yo predicándole todavía cuando tocaron a cenar. Fue preciso dejarla y me di por dichoso con que me prometiese guardar secreto, con lo cual ya pensará usted que no contaba de modo alguno.
Jamás he estado de peor humor; me veía comprometido y me eché en cara toda la noche mi imprudencia.
Retiréme a mi cuarto, no sin inquietud, llamé a mi criado favorito, que en calidad de amante dichoso, debía gozar de algún crédito; quería que obtuviese de esta mujer lo que yo deseaba, o que por lo menos, se asegurase de su discreción. Mas él, que por lo regular nunca prevé dificultades, pareció dudar del éxito de esta negociación, y me hizo a este propósito una reflexión que me admiró por su exactitud:
"Ya sabe el señor, mejor que yo, que dormir con una muchacha es sólo hacer lo que a ella misma agrada.