Las amistades peligrosas (Choderlos de Laclos) Libros Clásicos

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Esta reflexión es tan sencilla, que la muchacha misma la ha hecho. Se queja de su infortunio de un modo bastante patético; pero su dolor es tan tierno, y parece tan fuerte y tan sincero, que tengo por imposible que una mujer que halla la ocasión de desesperar a un hombre y con tan poco peligro, no esté tentada de contentar su capricho. Acaba, en fin, explicándole que no es peligroso como ella creía; y es, sin disputa, lo mejor que dice; porque si se trata de entre
14 No se ha encontrado esta carta.
garse al amor monástico, seguramente los caballeros de Malta no merecen que les demos la preferencia.
Sea como fuere, en lugar de perder el tiempo en razonamientos que me hubieran comprometido, tal vez sin persuadirla, he aprobado su proyecto de rompimiento; pero le he dicho que era más decoroso, en tal caso, decir sus razones que escribirlas; que el uso exige también que se devuelvan las cartas y otras bagatelas que puedan haber recibido; y así, teniendo el aire de adoptar sus ideas, la he decididp a dar una cita a Danceny. Al instante hemos concertado el modo, me he encargado de decidir a su madre a que salga mañana de casa sin su hija; mañana después de medio día será el momento decisivo. Danceny está ya informado; pero por Dios, si halla usted la ocasión, decida usted a este lánguido amante a que haga menos el derretido; enséñele usted, ya que es menester enseñarle todo, que el verdadero medio de vencer los escrúpulos, es el no dejarles nada que perder, en este particular, a los que los tienen.
Por lo demás, a fin de que no se repita una escena tan ridícula, no he dejado de suscitar algunas dudas en la mente de esta niña sobre la discreción de los confesores, y le aseguro que paga ahora el miedo que me ha dado con el que tiene ella misma de que el suyo no va a contarlo todo a su madre. Espero que después que yo haya tenido una o dos conversaciones con ella, no irá más a contar sus tonterías al primer venido.
Adiós, mi vizconde. Apodérese usted de Danceny, y diríjale. Sería cosa vergonzosa que no lográsemos hacer lo que queremos de dos muchachos. Si hallamos más dificultades de lo que habíamos creído, pensemos para animarnos, usted, que se trata de la hija de la señora de Volanges, y yo, que ha de ser algún día esposa de Gercourt.

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