Las amistades peligrosas (Choderlos de Laclos) Libros Clásicos

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Éstos son inalterables como las virtudes que los han hecho nacer.
En..., a 3 de setiembre de 17...

CARTA LIII
EL VIZCONDE DE VALMONT A LA MARQUESA DE MERTEUIL
He visto a Danceny, pero no he logrado de él sino una media confianza; sobre todo, se ha obstinado en callarme el nombre de la jovencita Volanges, hablándome de ella como de una muchacha muy juiciosa y un poco devota; excepto esto, me ha contado con bastante exactitud su aventura, principalmente el último lance. He procurado acalorarle cuanto he podido, y me he chanceado mucho sobre sus escrúpulos y delicadezas; me parece firme en su sistema, y no puedo responder de él; por lo demás, podré decirle más pasado mañana. Lo llevo mañana a Versailles, y me ocuparé de sondearle durante el camino.
La entrevista que debe tener hoy me da también algunas esperanzas; es posible que su efecto sea el que los dos deseamos, y acaso en este momento nos falta sólo obligarlo a que lo confiese, y recoger las pruebas. Esto será más fácil a usted que a mí, porque la niña es más confiada, o lo que viene a ser lo mismo, más parlanchina, que su discreto amante. Sin embargo, haré lo que pueda.
Adiós, mi bella amiga; estoy muy de prisa, y no veré a usted ni esta noche ni mañana. Si ha sabido algo por su parte, escríbame una palabra para mi vuelta; vendré seguramente a dormir a París.
En..., 3 de setiembre de 17...

CARTA LIV
LA MARQUESA DE MERTEUIL AL VIZCONDE DE VALMONT
¡Oh! si, ciertamente tendremos mucho que saber de Danceny. Si ha dicho a usted algo, se ha jactado de ello: pues no conozco hombre más tonto en cosas de amor, y me arrepiento cada día más de las bondades que con él tenemos. ¿Sabe usted que por loco me veo comprometida por causa suya? Y todo en pura pérdida. ¡Oh! yo me vengaré, lo juro.
Cuando fui ayer a casa de la señora de Volanges, no quería salir, sintiéndose algo indispuesta; fue necesaria toda mi elocuencia para decidirla: y vi el momento en que Danceny iba a llegar antes que partiésemos; lo que hubiera sido tanta mayor torpeza cuanto la señora de Volanges le había dicho la víspera, que al día siguiente no estaría en su casa. Su hija y yo estábamos en un brete.

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