Las amistades peligrosas (Choderlos de Laclos) Libros Clásicos

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Tengo derecho a creer que usted no me obligará a acudir a este medio tan poco favorable para ambos.
Le prevengo también que, si en lo sucesivo hace la menor tentativa para mantener a mi hija en el descarrío en que la ha precipitado, una clausura austera y eterna la sustraerá a sus pesquisas. Por consiguiente, a usted toca el ver si temerá tan poco el ocasionar su infortunio, como ha temido poco el intentar colmarla de deshonor.
Por lo que hace a mí, tengo tomado este partido y se lo he dicho. Adjunto hallará usted el paquete de sus cartas. Cuento con que en cambio me devolverá todas las de mi hija, y que se prestará así a no dejar traza alguna de un suceso de que no podríamos conservar el recuerdo, yo sin indignación, ella sin vergüenza y usted sin remordimiento.
Tengo el honor de ser, etc.
En..., a 7 de setiembre de 17...

CARTA LXIII
LA MARQUESA DE MERTEUIL AL VIZCONDE DE VALMONT
Claro que puedo explicarle el billete de Danceny. El suceso que se lo hizo escribir es obra mía, y en mi sentir obra maestra. No he perdido tiempo desde que recibí la última carta de usted, y he dicho como el arquitecto de Atenas: "Lo que él dice yo lo haré". ¡Con que son necesarios obstáculos a ese bello héroe de novela y se duerme en el seno de su dicha! ¡Descuide en mí! Yo le daré en qué ocuparse, y apuesto que su sueño no será en adelante tan tranquilo. Era menester enseñarle lo que vale el tiempo, y me lisonjeo de que ahora siente el que ha perdido. Era menester, dice usted también, que necesitase de más misterio: pues bien, esta necesidad tampoco le faltará y tengo eso de bueno, que apenas se me hacen conocer mis faltas, no me sosiego hasta repararlas del todo. Y vea, pues, lo que he hecho.
Entrando en mi casa antes de ayer mañana, leí la carta de usted y la hallé luminosa. Persuadida de que había indicado perfectamente la causa del mal, me ocupé únicamente en encontrar el modo de curarle. Sin embargo, empecé por acostarme, porque mi infatigable caballero no me había dejado dormir un instante y creía tener sueño; pero no era así, enteramente ocupada de Danceny, el deseo de sacarle de su indolencia o de castigarle por ella no me dejó pegar los ojos; y sólo cuando hube concertado mi plan, pude reposar dos horas.

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