Historia de la Conquista del Perú y de Pizarro (Henri Lebrún) Libros Clásicos

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campos o arrojados al río. Mas si por el contrario había soportado sus
sufrimientos con valor, sus huesos eran llevados a un sitio elevado a fin
de que el sol los secase siendo después objeto de un culto especial. Tales
prácticas estaban muy distantes de merecer el nombre de religión, y puede
decirse que bajo este punto de vista los peruanos eran muy inferiores a
los mexicanos, quienes en medio de su barbarie observaban ceremonias y
fiestas religiosas, y poseían un cuerpo de sacerdotes de los falsos
dioses.
Bajo el gobierno paternal de los incas los peruanos se hicieron más
humanos y más cultos: estableciose una forma de culto tan suave y natural,
como horribles habían sido las antiguas costumbres, trayendo para el país
los más felices resultados. Los incas fundaron desde el principio su
gobierno más bien sobre principios de bondad que sobre el miedo.
Representaron al sol y a la luna como divinidades bienhechoras, que
deseaban la prosperidad de la raza humana, y se alegraban de su felicidad;
enseñaron que esas divinidades, lejos de dejarse ganar por la efusión de
sangre y los sacrificios [13] bárbaros que los naturales acostumbraban
ofrecer a los objetos de su adoración, odiaban tan repugnantes prácticas.
Las ofrendas al sol debían estar en armonía con la dulzura paternal de
aquellos nuevos principios; así fue que se declaró que los sacrificios más
agradables a la divinidad eran los primeros frutos de la tierra producidos
por su vivificadora influencia: constituía la mayor parte de las ofrendas
plantas, frutos, leche y una bebida llamada anca, y si algunos seres
vivientes se sacrificaban, eran animales domésticos, notables por su
mansedumbre. Aboliose completamente el uso de los sacrificios humanos; si
bien muchos historiadores pretenden que subsistieron aun después del
establecimiento del imperio de los incas. Quizás continuaron tales
abominaciones en los distritos más apartados de la vista del soberano y
donde no había penetrado la civilización, mas, según observa Garcilaso de
la Vega, no fueron jamás ni sancionadas ni autorizadas por los incas.
El templo del sol en Cuzco era servido por un cuerpo regular de
sacerdotes, que debían ser todos de sangre real, y el gran sacerdote tío o
hermano del monarca. Al unir el poder civil al religioso, el legislador

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