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para llegar al mismo fin.
No debe deducirse de lo que antecede que existiera una igualdad
perfecta entre todos los miembros de la comunidad; la diferencia de clases
estaba por al contrario perfectamente marcada y se hallaba extendida en
todo el imperio. Un gran número de individuos, conocidos con el nombre de
Jenoconas, eran tenidos en estado de servidumbre; sus vestidos y
habitaciones se diferenciaban de los vestidos y habitaciones de los
hombres libres; se les empleaba en acarrear pesos y en todos los trabajos
de fatiga. Superiores a ellos eran los hombres libres que no poseían
ningún empleo y ninguna dignidad hereditaria. Seguían después los que los
españoles llamaban Orejones, a causa de los adornos que llevaban en las
orejas. Éstos formaban lo que se podría llamar el cuerpo de los nobles, y
ejercían, tanto en tiempo de paz como en la guerra, los empleos
importantes o de más responsabilidad. Al frente de la nación estaban los
hijos del sol, los cuales por su nacimiento y sus privilegios eran tan
superiores a los orejones [18], como lo eran éstos a los demás ciudadanos.
La agricultura era la ocupación preferente de los peruanos, y habían
hecho en ella grandes progresos. Ocupábanse en la misma con mucho esmero,
y daban más importancia a la cultura de la tierra que ningún otro pueblo
de América. Los trabajos agrícolas eran ejecutados por orden y bajo la
vigilancia del gobierno, el cual por medio de sus agentes determinaba la
cantidad de tierras que debían cultivarse, y el modo de hacerlo, sin dejar
nada al capricho o a la ignorancia de los particulares. A consecuencia de
este sistema nunca se experimentaban las desgracias que siguen a un año
estéril, porque la porción puesta aparte para el sol y los incas nunca se
consumía del todo, y el sobrante, que era depositado en almacenes
públicos, formaba un repuesto para los tiempos de carestía. Los peruanos
no conocían el uso del arado, y en su lugar se servían de una especie de
azadas, con las cuales removían la tierra. Este trabajo, aunque penoso y
en apariencia servil, no era considerado como degradante: ocupábanse
igualmente en él los dos sexos, y hasta los incas, a fin de alentar la