Historia de la Conquista del Perú y de Pizarro (Henri Lebrún) Libros Clásicos

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Almagro contaba con numerosos partidarios en Panamá, y tanto por su
categoría como por sus cualidades hubiera sido un rival peligroso.
Interpusiéronse amigos comunes; secundolos poderosamente el obispo Luque,
y habiendo consentido Pizarro en ceder a su antiguo socio el cargo de
adelantado, Almagro, que a sus pasiones ardientes y fuertes unía una gran
franqueza, se dejó vencer al momento. Siguiose a esto una reconciliación,
y se renovó la alianza con las anteriores condiciones. Todos los gastos
debían hacerse en común, y observarse una igualdad perfecta en el reparto
de los provechos.
A pesar de esta unión y de que los asociados hicieron todos los
esfuerzos de que eran capaces, no pudieron reunir más que ciento ochenta
soldados y treinta y siete caballos, y fueron equipados tres pequeños
buques cargados de armas, de municiones y de vituallas, para transportar a
esos hombres tan poco numerosos, como resueltos. Tales eran los menguados
recursos con que contaba Pizarro; mas la experiencia de lo que había
pasado ya en América parecía autorizar los sueños más extravagantes, [53]
y los triunfos por Cortés alcanzados justificaban hasta cierto punto las
audaces esperanzas de Pizarro.
Éste partió en febrero de 1531, y como la estación era a propósito,
hizo el viaje en trece días, a pesar de haber sido arrastrado por los
vientos y las corrientes a cien leguas al norte de Túmbez, y obligado a
desembarcar sus tropas en la bahía de San Mateo. No queriendo perder
tiempo empezó a avanzar por el sur sin desviarse de la orilla, tanto para
que pudiese reunírsele más fácilmente el refuerzo que esperaba de Panamá,
como para asegurarse una retirada a sus naves en caso de algún descalabro.
Esta marcha no fue ni fácil, ni venturosa. La costa del Perú es en
diferentes puntos estéril, malsana y poco poblada, y los españoles tenían
además que atravesar los ríos cerca de su desembocadero, donde su anchura
hacía su paso más difícil. Pizarro en vez de ganar la confianza de los
naturales, los había imprudentemente atacado y obligado a abandonar sus
moradas: el hambre, el exceso de la fatiga y enfermedades de diferentes
géneros, redujeron a los españoles a tan duros extremos como los que
sufrieran en la primera expedición.

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