Historia de la Conquista del Perú y de Pizarro (Henri Lebrún) Libros Clásicos

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Túmbez, donde dio a sus soldados un reposo de tres meses, de que tenían
absoluta necesidad después de las fatigas que habían pasado, y sobre todo
a consecuencia de las enfermedades por muchos contraídas.
Durante este tiempo el general empezó a recoger los frutos del
cuidado que había puesto en esparcir por todas partes las noticias de sus
primeros triunfos. En 1532 le llegó un refuerzo de Nicaragua, y aunque no
se componía más que de sesenta hombres, fue recibido con tanta más
alegría, cuanto que los dos oficiales que los mandaban, Fernando de Soto y
Sebastián Benalcázar, gozaban de una gran reputación y eran tenidos por
dos de los mejores capitanes que había en América. [56]
El 16 de mayo Pizarro volvió a emprender sus operaciones dirigiéndose
hacia la ribera del Piura, donde resolvió fundar un establecimiento que
pudiese servirle de plaza de depósito. Escogió un sitio a propósito y echó
en ella los cimientos de la población de San Miguel, que fue la primera
colonia española del Perú; y luego se adelantó atrevidamente hacia el
centro del vasto imperio que había invadido, sin temer y teniendo en muy
poco los peligros a que podía exponerle su temeridad.
Pizarro no dejaba perder ninguna ocasión de tomar informes acerca el
país, cuyo conocimiento le era indispensable para la ejecución de sus
planes; y aunque le era sumamente difícil hacerse comprender de los
naturales, puesto que no tenía intérprete, supo que se hallaba en las
posesiones de un monarca poderosísimo, dueño de un territorio extenso,
rico y fértil, pero que el país era presa de disensiones civiles,
circunstancia que le pareció del mejor agüero y a la cual debió en efecto
el que fuesen tan rápidos sus triunfos.
He aquí el cuadro trazado por Robertson de la situación en que se
hallaba entonces aquella comarca. «Cuando los españoles abordaron por vez
primera la costa del Perú en 1526, ocupaba el trono Huana Capac, el
duodécimo monarca desde la fundación de la monarquía, al cual nos
representan como un príncipe que reunía los talentos militares a las
virtudes pacíficas [57] que distinguieran a sus antepasados. Había
sometido el reino de Quito, conquista que dobló casi la riqueza y la
extensión del imperio. Quiso residir en esta hermosa provincia, y contra

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