Historia de la Conquista del Perú y de Pizarro (Henri Lebrún) Libros Clásicos

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a la iglesia para sepultarle en ella con los mayores honores.
«Felizmente para el honor de la nación española, dice Robertson,
había todavía hombres que conservaban sentimientos de honor y de
generosidad [76] dignos del nombre castellano. Aunque Fernando Pizarro
había salido para España, y que Soto había sido alejado, este suplicio no
se llevó a cabo sin oposición. Muchos capitanes protestaron enérgicamente
contra aquel proceso, que miraban como deshonroso para su patria y
contrario a todas las máximas de equidad, como una violación de la fe
pública y como una usurpación de jurisdicción sobre un soberano
independiente. Inútiles fueron sin embargo todos sus esfuerzos: triunfó la
opinión de los que consideraban como legítimo todo lo que creían serles
ventajoso. La historia empero se complace en conservar el recuerdo de los
generosos designios de los que trabajaron en librar a su patria de la
infamia de tan gran crimen.» [77]



Capítulo IV
Recibe Pizarro refuerzos.- Apodérase de Cuzco.- Expedición de Benalcázar a
Quito.- Llegada de Alvarado.- Consiente en retirarse.- Fundación de la
ciudad de Lima.- Expedición de Almagro a Chile.- Levantamiento de los
peruanos.




La muerte de Atahualpa aseguró la dominación de los españoles. Los
naturales, aterrados por los espantosos ejemplos que tenían a la vista, y
o sobrados indolentes o débiles para tentar de expulsar a los extranjeros,
lejos de hacer nuevos esfuerzos contra ellos, procuraban tan sólo ganarse
su buena voluntad. Encontrábanse con la muerte de los [78] dos incas sin
jefes, sin bandera bajo la cual reunirse; y como si esto no fuese
bastante, hallábanse además divididos en dos partidos poderosos, el uno de
los cuales sostenía los derechos de Manco o Mango, hermano de Huáscar, al
paso que el otro apoyaba las pretensiones del hijo de Atahualpa. Este
último era joven y carecía de experiencia, y éste fue el que reconoció
Pizarro, persuadido que estaría más dispuesto a dejarse dirigir por él,
que su competidor de más edad y experiencia.
Los dos partidos hacían con actividad sus preparativos de guerra, y
durante este tiempo simples generales aspiraban en otras provincias a la
independencia y a la monarquía absoluta. El mismo Atahualpa, sacrificando
a su ambición a todos los descendientes de la raza real, había enseñado a

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