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A mediodía del día siguiente, cuando el viento aun no se había materializado, Hawkmoon y los demás escucharon un gran alboroto sobre sus cabezas: gritos, juramentos, el sonido apresurado de pies, tanto descalzos como calzados con botas, que corrían de un lado a otro.
-¿Qué pasará? -preguntó Hawkmoon-. ¿Piratas? Ya nos hemos encontrado con piratas en aguas cercanas, ¿no es cierto, Oladahn?
-¿Eh? -Oladahn mostró estupefacción-. Éste es mi primer viaje por mar, duque Dorian.
Hawkmoon, no por primera vez, recordó que Oladahn aún tenía que vivir la aventura del barco del Dios Loco, y pidió disculpas al pequeño montañés.
El alboroto y la confusión aumentaron. Miraron por el ojo de buey, pero no vieron señales de que un barco les atacara, ni oyeron ruido de batalla. Tal vez algún monstruo marino, algún ser que había sobrevivido al Milenio Trágico, había surgido de las aguas en un punto invisible para ellos.
Hawkmoon se levantó, se puso la capa y cubrió su cabeza con la capucha.
-Voy a investigar dijo.
Abrió la puerta del camarote y subió la corta escalerilla que llevaba al puente. Y allí, cerca de la popa, se hallaba la causa del terror que invadía a la tripulación, y de ella surgía la voz de Kalan de Vitall, que exhortaba a los hombres a lanzarse sobre los pasajeros y asesinarles de inmediato, o el barco se hundiría.
La pirámide proyectaba una luz blanca y cegadora, y se recortaba nítidamente contra el azul del cielo y del mar.
Hawkmoon volvió al camarote y cogió una lanza flamígera.
-¡La pirámide ha vuelto! -dijo-. Esperad aquí mientras me ocupo de ella.
Subió y se precipitó hacia la pirámide, estorbado por los hombres aterrorizados, que se apartaron a toda prisa.
Una vez más, un rayo de luz roja surgió del extremo rubí de la lanza flamígera y se estrelló contra el blanco de la pirámide, como sangre al mezclarse con leche. Pero esta vez no brotaron gritos de la pirámide, sino carcajadas.
-¡He tomado precauciones contra vuestras toscas armas, Dorian Hawkmoon! He fortalecido mi máquina.
-Vamos a ver hasta qué punto -dijo Dorian, con semblante sombrío.
Había intuido que a Kalan le ponía nervioso utilizar la energía de su máquina para manipular el tiempo, que tal vez Kalan no estaba muy seguro de los resultados que obtendría.
Y de pronto, Oladahn de las Montañas Búlgaras estuvo a su lado con el ceño fruncido y una espada en su peluda mano
-¡Fuera de aquí, falso oráculo! -gritó Oladahn-. No te tememos.
-Tenéis motivos sobrados para temerme -replicó Kalan. Su rostro era visible a través del material semitransparente de la pirámide.