Página 45 de 244
Kalan chilló, como si estuviera herido.
-¡Pensad en vuestros intereses, D´Averc! ¡Yo los defiendo!
D´Averc rió y volvió a clavar la espada en la pirámide.
-Os lo advierto, D´Averc -gritó Kalan-. ¡Si me canso, os sacaré de este mundo!
-Este mundo no tiene nada que ofrecer, y tampoco le complace mi presencia. Me parece, barón Kalan, que si sigo buscando encontraré vuestro corazón.
Lanzó otro mandoble.
Kalan chilló una vez más.
-¡Tened cuidado, D´ Averc! -gritó Hawkmoon.
Se deslizó por la duna, con la intención de coger la lanza flamígera, pero D´ Averc desapareció, sin el menor ruido, antes de que alcanzara el arma.
-¡D´Averc! -El grito de Hawkmoon recordó a un lamento, a una queja-. ¡D´Averc!
-A callar, Hawkmoon -dijo la voz de Kalan desde la pirámide resplandeciente-. Los demás, escuchadme. Matadle ahora..., o seguiréis la suerte de D´Averc.
-No me parece una suerte tan terrible -sonrió el conde Brass.
Hawkmoon cogió la lanza flamígera. Kalan debió advertirlo, porque chilló.
-Oh, Hawkmoon, mirad que sois bruto, pero moriréis igualmente.
La pirámide se desvaneció.
El conde Brass miró a su alrededor, con una expresión sardónica en su rostro bronceado.
-Si encontramos Soryandum -dijo-, puede que no quede ninguno de nosotros para verlo. Nuestras fuerzas se reducen a marchas forzadas, amigo Hawkmoon.
Dorian exhaló un profundo suspiro.
-Perder buenos amigos dos veces es difícil de soportar. Vosotros no podéis comprenderlo. Oladahn y D´Averc os eran tan extraños como yo a ellos, pero eran viejos amigos, a los que quería mucho.
Bowgentle apoyó una mano en el hombro de Hawkmoon.
-Os comprendo dijo-. Esta aventura os pesa más a vos que a nosotros, duque Dorian. Mientras nosotros estamos perplejos (arrebatados de nuestras épocas, amenazados de muerte por todas partes, confrontados a máquinas extravagantes que nos ordenan matar a desconocidos), vos estáis triste. Y podría decirse que el dolor es la más debilitadora de todas las emociones. Roba la voluntad cuando más necesaria es.
-Sí -suspiró de nuevo Hawkmoon. Tiró la lanza flamígera-. Bien, he encontrado Soryandum, o las colinas entre las que se levanta Soryandum. Calculo que llegaremos al caer la noche.
-Pues démonos prisa-dijo el conde Brass. Se limpió la cara y el bigote de arena-. Con un poco de suerte, tardaremos unos días en volver a ver al barón Kalan y a su maldita pirámide. Y para entonces, puede que hayamos avanzado uno o dos pasos en la resolución de este misterio. -Palmeó la espada de Hawkmoon-. Vamos, muchacho. Montemos. Nunca se sabe; puede que todo esto salga bien. Quizá volveréis a ver a vuestros amigos