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"Es un genio", pensé entonces, "es un genio de la narración", sigo pensando ahora. Y no debo ser en eso la única persona porque la gran cantidad de lectores que ha tenido cada uno de sus libros, distribuidos en todos los estamentos de la sociedad, garantiza la perfecta simbiosis que Terenci Moix ha alcanzado con el público.
No digas que fue un sueño (Marco Antonio y Cleopatra), una de sus novelas más populares y posiblemente una de las mejores, ha batido todos los récords de venta de autores españoles alcanzando la cifra de un millón trescientos mil ejemplares. Pero no es una excepción: de la práctica totalidad de sus numerosas novelas se han vendido también cientos de miles de ejemplares. Y lo mismo ocurre si publica libros o artículos sobre otra de sus grandes pasiones, el cine, o simplemente cuando recoge en un libro sus colaboraciones periodísticas. Y es que Terenci Moix es un espléndido narrador, tal como el lector comprobará en esta magnífica novela, maestro en el arte de contar y de hacernos ver y sentir el mundo que pone ante nuestros ojos y nuestra conciencia. Y no se limita a dibujar la trama de lo que acaece con singular habilidad, ni en plasmar los caracteres y peculiaridades de sus personajes a fin de que vayan adquiriendo a lo largo de la narración una profundidad que nos deja pasmados, sino que además nos transmite lo que fue la vida en el mundo antiguo, con sus luchas por el poder, con sus lujos y sus miserias, con sus amores que van y vienen y se convierten y reconvierten una y otra vez hasta fosilizarse y fundirse cuando ya, según los parámetros convencionales, tendrían que desaparecer una vez idos la fuerza y la belleza, el atractivo y la seducción. Y Terenci nos hace partícipes aun de una profunda sabiduría sobre esos sentimientos y las sensaciones, y la seducción de los dones que los provocan, sumergiéndonos en el ámbito sensual de la voluptuosidad del placer, del deseo, .pero también de las venganzas y de los odios, de las humillaciones y de las brutalidades, el amargo sabor de la derrota y la muerte como liberación suprema y añoranza de eternidad.
La voz del narrador adquiere el timbre de los narradores épicos del pasado con toda la carga de su sabiduría sacerdotal de su entendimiento de los cielos y la tierra, de las pasiones humanas y del paso del tiempo. Así debieron contar los sacerdotes supervivientes la más bella y compleja historia de amor de la Antigüedad a los derrotados habitantes de Egipto y a la posteridad al ver el fin de su milenario poderío en el gran vuelco que dio la Historia cuando los egipcíossaron a engrosar el imperio de los bárbaros del norte, los romanos, ese pueblo poderoso y orgulloso que sin embargo poco sabía entonces de refinamientos y de placeres.