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o democráticos. La nobleza y la virtud son el patrimonio de pocos; y las
cualidades contrarias, el de la mayoría. En ninguna ciudad pueden citarse
cien personas de nacimiento ilustre, de virtud intachable; pero casi en
todas partes se encontrarán masas de pobres. Es peligroso pretender
constituir la igualdad real o proporcional con todas sus consecuencias;
los hechos están ahí para probarlo. Los gobiernos cimentados en esta base
jamás son sólidos, porque es imposible que el error que se cometió en un
principio no produzca a la larga un resultado funesto. Lo más prudente es
combinar la igualdad relativa al número con la igualdad relativa al
mérito. Sea lo que fuere, la democracia es más estable y está menos sujeta
a trastornos que la oligarquía. En los gobiernos oligárquicos la
insurrección puede nacer de dos puntos, según que la minoría oligárquica
se insurreccione contra sí misma o contra el pueblo; en las democracias
sólo tiene que combatir a la minoría oligárquica. El pueblo no se
insurrecciona jamás contra sí propio, o, por lo menos, los movimientos de
este género no tienen importancia. La república en que domina la clase
media, y que se acerca más a la democracia que a la oligarquía, es también
el más estable de todos estos gobiernos.
Capítulo II
Causas diversas de las revoluciones
Puesto que queremos estudiar de dónde nacen las discordias y
trastornos políticos, examinemos, ante todo, en general, su origen y sus
causas. Todas estas pueden reducirse, por decirlo así, a tres principales,
que nosotros indicaremos en pocas palabras y que son: la disposición moral
de los que se rebelan, el fin de la insurrección y las circunstancias
determinantes que producen la turbación y la discordia entre los
ciudadanos. Ya hemos dicho lo que predispone en general los espíritus a
una revolución; y esta causa es la principal de todas. Los ciudadanos se
sublevan, ya en defensa de la igualdad, cuando considerándose iguales se