Política (Aristóteles) Libros Clásicos

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revolución, sino por motivos muy serios. Las cosas más pequeñas, cuando
afectan a los jefes del Estado, son quizá de la mayor gravedad. Puede
verse lo que sucedió hace tiempo en Siracusa. Una cuestión de amor, que
arrastró a dos jóvenes a la insurrección, produjo un cambio en la
constitución. Uno de ellos emprendió un viaje, y el otro, aprovechando su
ausencia, supo ganar el cariño de la joven a quien aquél amaba. Éste, a su
vuelta, queriendo vengarse, consiguió seducir a la mujer de su rival, y
ambos, comprometiendo en la querella a los miembros del gobierno, dieron
lugar a una revolución. Es preciso, por tanto, vigilar desde el origen con
el mayor cuidado esta clase de querellas particulares, y apaciguar los
ánimos tan pronto como surgen entre las personas principales y más
poderosas del Estado. Todo el mal está en el principio, porque como dice
aquel sabio proverbio: «Una cosa comenzada, está medio hecha.» En todas
las cosas, la más ligera falta, cuando radica en la base, reaparece
proporcionalmente en todas las demás partes de la misma. En general, las
divisiones que se suscitan entre los principales ciudadanos, se extienden
al Estado entero, que concluye bien pronto por tomar parte en ellas.
Hestiea nos ofrece un ejemplo de ello poco después de la guerra Médica.
Dos hermanos se disputaban la herencia paterna, y el más pobre pretendía
que su hermano había ocultado el dinero y el tesoro que había descubierto
su padre, y comprometieron en esta querella, el pobre a todo el pueblo, y
el rico, que lo era mucho, a todos los ricos de la ciudad. En Delfos, una
querella que tuvo lugar con ocasión de un matrimonio causó las
turbulencias que duraron tan largo tiempo. Un ciudadano, al ir al lado de
la que había de ser su esposa, tuvo un presagio siniestro, y con este
motivo se negó a tomarla por mujer. Los parientes, heridos por este
desaire, ocultaron en su equipaje algunos objetos sagrados mientras él

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