Middlemarch, Un estudio de la vida de las Provincias (George Eliot) Libros Clásicos

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Tal vez Sir James nunca hubiera originado esta apreciación, pero una amable Providencia proporciona a la personalidad más desvalida un poco de cola o de almidón bajo el aspecto de tradición.

-Espero poder confiar en que revocará esa decisión acerca del caballo, señorita Brooke -dijo el tenaz admirador-. Le aseguro que montar es el ejercicio más sano.

-Soy consciente de ello -dijo Dorothea con frialdad-. Creo que le haría bien a Celia si se aficionara a ello. -Pero usted es tan buena amazona...

-Usted me disculpará; he practicado poco y el caballo me tiraría con facilidad.

-Razón de más para aplicarse. Toda dama debería ser una perfecta amazona a fin de poder acompañar a su marido. -Ya ve cuán dispares somos, Sir James. He decidido que no debo ser una perfecta amazona, de modo que nunca podría responder a su modelo de lo que es una dama.

Dorothea miraba al frente y hablaba bruscamente, con frialdad, muy con el aire de un apuesto joven, lo que ofrecía un divertido contraste con la solícita amabilidad de su admirador.

-Me gustaría conocer las razones de tan cruel decisión. No es posible que considere que montar está mal.

-Es muy posible que piense que está mal en mí. -Pero, ¿por qué? -preguntó Sir James, con tono de cariñosa reprimenda.

El señor Casaubon se había acercado a la mesa y escuchaba mientras sostenía una taza de té.

-No debemos indagar con demasiada curiosidad en los motivos -interpuso, en su forma pausada-. La señorita Brooke sabe que tienden a resultar endebles cuando se expresan: el aroma se mezcla con el aire más burdo. Debemos mantener alejado de la luz el grano que germina.

Dorothea se ruborizó de placer y levantó la mirada, llena de gratitud, hacia el orador. ¡Hete aquí un hombre que entendía la más noble vida interior y con el cual podría haber una comunión espiritual; mejor dicho, que podría iluminar los principios con el más amplio saber. un hombre cuyos conocimientos casi eran una prueba de lo que creía!

Las deducciones de Dorothea tal vez parezcan vastas, pero verdaderamente, la vida no habría podido proseguir, durante ninguna época, de no ser por esta amplia tolerancia de la conclusión, la cual ha facilitado el matrimonio bajo las dificultades de la civilización. ¿Alguien ha condensado alguna vez a su minúscula pequeñez la telaraña del conocimiento prematrimonial?

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