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CAPÍTULO IV
PRIMER CABALLERO:
Nuestros actos son grilletes que forjamos nosotros mismos.
SEGUNDO CABALLERO:
Ciertamente; pero pienso que es el mundo quien proporciona el hierro(1).
Sir James parece decidido a hacer cuanto quieres -dijo Celia cuando volvían a casa de inspeccionar el nuevo solar a construir.
-Es una buena persona, y más sensato de lo que cabría imaginar -dijo Dorothea con desconsideración. -Quieres decir que parece tonto.
-No, no -dijo Dorothea, reportándose y poniendo la mano brevemente sobre la de su hermana-, pero no habla igual de bien sobre todos los temas.
(1) Cuando no hay identificación podemos suponer que los epígrafes son de George Eliot.
-Yo diría que eso sólo lo hace la gente desagradable -dijo Celia con su habitual suavidad-. Debe de ser espantoso vivir con ellos. ¡Imagínate! Ya desde el desayuno en adelante.
Dorothea se rió.
-¡Kitty, qué maravillosa eres! -pellizcó la barbilla de Celia, sintiéndose ahora de humor para considerarla encantadora y hermosa, digna de ser un eterno querubín, y si no estuviera doctrinalmente mal decirlo, apenas más necesitada de salvación que una ardilla-. Claro que las personas no tienen por qué estar siempre hablando bien. Lo que sucede es que se ve la calidad de mente que tienen cuando intentan hacerlo.
-Quieres decir que Sir James lo intenta y no lo consigue.
-Hablaba en general. ¿Por qué me catequizas sobre Sir James? El objetivo de su vida no es complacerme a mí. -Pero Dodo, ¿de verdad crees eso?
-Claro que sí. Me considera como una futura hermana, nada más.
Dorothea nunca antes había insinuado esto, esperando, por cierta mutua timidez entre hermanas sobre estos temas, hasta que algún suceso decisivo lo introdujera. Celia se sonrojó pero dijo al punto:
-Dodo, te ruego que no sigas más en ese error. Cuando el otro día Tantripp me estaba cepillando el pelo, me dijo que el criado de Sir James sabía por la doncella de la señora Cadwallader que Sir James se iba a casar con la mayor de las señoritas Brooke.
-¿Cómo dejas que Tantripp te cuente esos cotilleos, Celia? -dijo Dorothea con indignación, no menos irritada porque detalles adormilados en su mente despertaban ahora confirmando la ingrata revelación-. Debes haberle preguntado algo. Es denigrante.
-No veo ningún mal en que Tantripp me hable. Es mejor saber lo que dice la gente.