Middlemarch, Un estudio de la vida de las Provincias (George Eliot) Libros Clásicos

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-Muy cierto. No podías haber expuesto mejor la cosa..., no podías haberlo expuesto mejor... en principio. Pero hay cosas raras -continuó el señor Brooke, cuya conciencia se esmeraba para aconsejar bien a su sobrina en esta ocasión-. La vida no viene cortada en moldes, no se desarrolla según trazados y medidas y todo eso. Yo nunca me casé, lo cual será más beneficioso para ti y los tuyos, pero lo cierto es que nunca amé a nadie lo suficiente como para atarme a ella. Porque es una atadura. Por ejemplo, existe el mal humor; sí, existe el mal humor. Y al marido le gusta ser el amo.

-Sé que debo esperar dificultades, tío. El matrimonio es un estado de mayores obligaciones. Nunca pensé que fuera tan sólo comodidad personal -dijo la pobre Dorothea.

-Bueno, la verdad es que a ti no te gusta el boato, ni las viviendas grandes, los bailes, las cenas, o ese tipo de cosas. Veo que quizá las costumbres de Casaubon te vayan mejor que las de Chettam. Y puedes hacer lo que quieras, hija mía. No le pondré peros a Casaubon, lo dije desde el principio; al fin y al cabo nunca se sabe cómo pueden salir las cosas. Tú no tienes los mismos gustos que las demás jóvenes; y tal vez un clérigo, y erudito..., que puede llegar a obispo..., quizá te vaya mejor que Chettam. Chettam es un buen tipo, un hombre de buen corazón; pero no le atraen demasiado las ideas. A mí sí, cuando tenía su edad. Pero esos ojos de Casaubon. Creo que se los ha dañado un poco de tanto leer.

-Cuanta más posibilidad tenga de ayudarle, tanto más feliz seré, tío -dijo Dorothea con ardor.

-Veo que estás decidida. Pues bien, hija, lo cierto es que tengo una carta para ti en el bolsillo -el señor Brooke le entregó la carta a Dorothea, pero así que se levantaba para marcharse, añadió-: no hay demasiada prisa, hija. Piénsatelo. Cuando Dorothea se hubo marchado pensó que había hablado con dureza, exponiendo los riesgos del matrimonio crudamente. Era su obligación. Pero en cuanto a fingir sabiduría con los jóvenes, ningún tío, por mucho qué hubiera viajado en su juventud, asimilando las ideas nuevas, y cenado con celebridades ahora fallecidas, podría intentar juzgar qué tipo de matrimonio le saldría bien a una joven que prefería Casaubon a Chettam.

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