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tiempo, porque desde un principio el poder se dividió entre dos personas,
y porque más tarde Teopompo suavizó el reinado creando otras
instituciones, sin contar con el contrapeso que le impuso con el
establecimiento de los éforos. Debilitando el poder del reinado, le dio
más duración; le agrandó de cierta manera, lejos de reducirlo, y cuando su
mujer le dijo que si no le daba vergüenza transmitir a sus hijos el
reinado con menos poder de aquel con que lo había recibido de sus mayores,
le contestó con razón: «No, sin duda; porque se lo dejo mucho más
durable».
Por lo que hace a las tiranías, se sostienen de dos maneras
absolutamente opuestas; la primera es bien conocida y empleada por casi
todos los tiranos. A Periandro de Corinto se atribuyen todas aquellas
máximas políticas de que la monarquía de los persas nos presenta numerosos
ejemplos. Ya hemos indicado algunos de los medios que la tiranía emplea
para conservar su poder hasta donde es posible. Reprimir toda superioridad
que en torno suyo se levante; deshacerse de los hombres de corazón;
prohibir las comidas en común y las asociaciones; ahogar la instrucción y
todo lo que pueda aumentar la cultura; es decir, impedir todo lo que hace
que se tenga valor y confianza en sí mismo; poner obstáculos a los
pasatiempos y a todas las reuniones que proporcionan distracción al
público, y hacer lo posible para que los súbditos permanezcan sin
conocerse los unos a los otros, porque las relaciones entre los individuos
dan lugar a que nazca entre ellos una mutua confianza. Además, saber los
menores movimientos de los ciudadanos, y obligarles en cierta manera a que
no salgan de las puertas de la ciudad, para estar siempre al corriente de
lo que hacen, y acostumbrarles, mediante esta continua esclavitud, a la
bajeza y a la pusilanimidad: tales son los medios puestos en práctica
entre los persas y entre los bárbaros, medios tiránicos que tienden todos