Política (Aristóteles) Libros Clásicos

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Estado, cosa que, por cierto, algún tirano ha hecho; porque esto tiene la
ventaja de parecer más bien un administrador que un déspota; no debiendo
temer, por otra parte, que falten nunca fondos al Estado mientras sea
dueño absoluto del gobierno. Si tiene que viajar lejos de su residencia,
vale más tener ya empleado de este modo su dinero que dejar tras de sí
tesoros acumulados; porque entonces aquellos a cuya custodia él se confía
no se sentirán tentados por sus riquezas. Cuando el tirano hace
expediciones teme más a los que le acompañan que a los demás ciudadanos,
porque aquéllos le siguen en su marcha, mientras que éstos se quedan en la
ciudad. Por otra parte, al exigir los impuestos y tributos es preciso que
indique que lo hace consultando el interés de la administración pública y
con el solo objeto de proporcionarse recursos para el caso de una guerra;
en una palabra, debe aparecer como el guardador y tesorero de la fortuna
pública y no de la suya personal.
El tirano no debe ser inaccesible, y en las entrevistas con sus
súbditos debe mantenerse grave, para inspirar, no temor, pero sí respeto.
Esto es muy delicado porque el tirano está siempre expuesto al
desprestigio, y para inspirar respeto debe procurar mucho adquirir tacto
político y en este concepto crearse una inatacable reputación, aunque sea
descuidando otras condiciones. Además, debe guardarse mucho de insultar a
la juventud de uno y otro sexo, e impedir cuidadosamente que lo hagan los
que lo rodean; y las mujeres de que disponga deben mostrar la misma
reserva con las demás mujeres, porque las querellas femeninas han perdido
a más de un tirano. Si gusta del placer, que no se entregue a él nunca
como lo hacen ciertos tiranos de nuestra época, los cuales, no contentos
con sumirse en los placeres desde que amanece y durante muchos días
seguidos, quieren, además, hacer alarde de su prostitución a la vista de

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