Política (Aristóteles) Libros Clásicos

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descanse.
El tirano no debe permitirse nunca ultraje de ningún género, y sobre
todo ha de evitar dos: el poner la mano en nadie, quienquiera que sea, y
el insultar a la juventud. Esta circunspección es necesaria,
particularmente con los corazones nobles y altivos. Si las almas
codiciosas sufren con impaciencia que se les perjudique en sus intereses
pecuniarios, las almas altivas y honradas toleran menos un ataque a su
honor. Una de dos cosas: o es preciso renunciar a toda venganza respecto
de hombres de este carácter, o los castigos que se les imponga deben tener
un carácter paternal, y sin que arguyan desprecio. Si el tirano tiene
relaciones con la juventud, es preciso que parezca que cede a la pasión y
que no abusa de su poder. En general, siempre que haya trazas de algo
deshonroso, es preciso que la reparación supere en mucho a la ofensa.
Entre los enemigos que puedan atentar contra la vida del tirano, los
más peligrosos y los que deben ser más vigilados son aquellos a quienes
importa poco su propia vida, con tal que puedan disponer de la del tirano.
Así, es preciso guardarse con el mayor cuidado de los hombres que creen
haber sido insultados o que lo han sido las personas de su cariño. Cuando
uno conspira por resentimiento, no se cuida de sí mismo, y como dice
Heráclito: «el resentimiento es difícil de combatir, porque entonces se
juega la cabeza». Como el Estado se compone siempre de dos partidos muy
distintos, los pobres y los ricos, es preciso convencer a unos y a otros
de que sólo encontrarán seguridad en el poder, y procurar prevenir entre
ellos toda mutua injusticia. Pero de estos dos partidos, el que es preciso
tomar como instrumento de poder es el más fuerte, a fin de que si llega un
caso extremo el tirano no se vea obligado a dar la libertad a los esclavos
o quitar las armas a los ciudadanos.

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