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No hay dolor en el que haya pensado más que en éste: querer lo que es grande, tratar de alcanzarlo, y sin embargo fracasar.
-Sí -dijo Lydgate, sintiendo que aquí había encontrado lugar para el completo significado de su aflicción-. Tenía ambiciones. Quería que todo fuese diferente para mí. Creía que tenía más fuerza y maestría. Pero los más tremendos obstáculos son los que nadie sino uno mismo puede ver.
-Supongamos -dijo Dorothea pensativa-, supongamos que mantenemos el hospital de acuerdo con el plan actual, y que usted permaneciera aquí aunque sólo sea con la amistad y el apoyo de unos pocos..., el sentimiento adverso hacia usted se iría apagando gradualmente; vendrían oportunidades en las que la gente se vería obligada a reconocer que habían sido injustos con usted, pues verían que sus propósitos eran puros. Puede usted todavía conseguir una gran fama, como la de Louis y Laennec, de quienes le he oído hablar, y todos estaremos orgullosos de usted -concluyó con una sonrisa.
-Esto podría ser si tuviera mi antigua confianza en mí mismo -dijo Lydgate con pesadumbre-. Nada me amarga más que la idea de volverme y huir frente a esta calumnia, dejándola detrás sin justificar. Sin embargo no puedo pedirle a nadie que aporte mucho dinero para un plan que depende de mí.
-A mí me valdría la pena -dijo Dorothea con sencillez-. Figúrese, yo me encuentro incómoda con mi dinero, porque me dicen que tengo muy poco para ningún proyecto grande de los que a mí me gustan, y, no obstante, tengo demasiado. No sé lo que hacer. Tengo setecientas libras anuales de mis propios bienes, y mil novecientas al año que me dejó el señor Casaubon, y entre tres o cuatro mil en mi cuenta en el banco. Yo deseaba un préstamo, e ir pagándolo gradualmente de los ingresos que no necesito, para comprar terreno y fundar una villa que fuese una escuela de formación; pero Sir James y mi tío me han convencido de que el riesgo sería demasiado grande. Así que ya ve que lo que más me alegraría sería hacer algo con mi dinero: me gustaría mejorar la vida de los demás con él. Me inquieta mucho que todo me venga a mí cuando no lo necesito.
Una sonrisa se dibujó en la triste faz de Lydgate. La ingenua y grave seriedad con la que Dorothea dijo todo esto era irresistible, y se mezclaba en un adorable conjunto con su fácil comprensión de la elevada experiencia.