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Se inclinó, cogió su sombrero y se dirigió a la puerta. Mary Delafontaine le acompañó al vestíbulo. En el peldaño, Poirot se detuvo y la miró.
-Parece que tiene usted gran afición a su jardín, ¿no es así, señora?
-¿Al jardín? Sí, le dedico mucho tiempo.
-Je vous fait mes compliments.
Se inclinó de nuevo y se dirigió a la verja a grandes pasos. Al cruzar la verja y torcer hacia la derecha, miró hacia atrás y su mente anotó dos impresiones; un rostro cetrino que le observaba desde una ventana del primer piso y un hombre erguido, de porte militar, que se paseaba de arriba abajo por el otro lado de la calle.
Hércules Poirot se dijo para sus adentros:
«Decididamente, aquí hay gato encerrado. ¿Qué haremos para cogerlo?»
Después de considerar la cuestión, se dirigió a la oficina de Correos más próxima. Desde allí hizo dos llamadas telefónicas, cuyo resultado pareció satisfacerle. Dirigió sus pasos al cuartelillo de policía de Charman´s Green, donde preguntó por el inspector Sims.
El inspector Sims era un hombre cordial, alto y corpulento.
-¿Monsieur Poirot? -preguntó-. Me lo pareció. Me acaba de llamar el jefe hace un momento para hablarme de usted. Dijo que se pasaría usted por aquí. Venga usted a mi despacho.
Una vez cerrada la puerta, el inspector señaló una butaca a Poirot, se acomodó en otra y volvió hacia su visitante una mirada llena de curiosidad.
-¡No pierde usted el tiempo, monsieur Poirot! Viene usted a vernos acerca del caso de Rosebank casi antes de que sepamos que existe semejante caso. ¿Qué fue lo que le metió a usted a investigar en esto?
Poirot sacó la carta que había recibido y se la entregó al inspector. Este último la leyó con cierto interés.
-Interesante -dijo-. Lo malo es que puede significar tantas cosas... Es una pena que no haya sido un poco más explícita. Nos hubiera ayudado ahora.
-¿Quiere usted decir...?
-Puede que hubiera estado viva.
-¿Es que su muerte es... dudosa?
-Va usted tan lejos como todo eso, ¿eh? ¡Hum! No digo que no tenga usted razón.
-Le ruego, inspector, me haga usted una relación de los hechos. No sé nada en absoluto.
-Muy fácil. La vieja señora se puso mala el martes por la noche, después de cenar. Muy alarmante, convulsiones, espasmos y todas esas cosas. Llamaron al médico. Cuando llegó, estaba muerta. Parecía que había muerto de un ataque.