Cómo crece tu jardín (Agatha Christie) Libros Clásicos

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¡Ya sabe cómo es la naturaleza humana!
-Algunas veces, inhumana; sí, muy cierto. ¿Y no tomó ni bebió nada más la anciana?
-Bueno, a decir verdad...
-Ah, voilá! Me parecía que tenía usted algo dentro de la manga, como dicen ustedes los ingleses... la sopa, el pastel de pescado, la tarta de manzana... bêtises! Ahora llegamos al centro de la cuestión.
-No lo sé. Pero lo cierto es que la anciana tomaba unos sellos antes de las comidas. Ya me entiende, no eran píldoras, ni tabletas, sino unas de esas cajitas de papel de arroz con unos polvos dentro. Era una medicina completamente inofensiva, para la digestión.
-Admirable. Nada más fácil que llenar uno de los sellos con estricnina y sustituirlo por uno de los otros. Pasa por la garganta tragado con un poco de agua y no se nota el sabor.
-Eso es. Lo malo es que fue la chica la que se lo dio.
-¿La chica rusa?
-Sí. Katrina Rieger. Era una especie de criada, enfermera y señorita de compañía de la señorita Barrowby. Creo que no la dejaba en paz: tráeme esto, tráeme lo otro, tráeme lo de más allá, frótame la espalda, sírveme la medicina, vete corriendo a la farmacia... ese plan. Ya sabe usted lo que son esas señoras mayores, tienen buenas intenciones, pero lo que necesitan en realidad es una esclava negra.
Poirot sonrió.
-Y así estamos -continuó el inspector Sims-. No encaja muy bien que digamos. ¿Por qué iba a envenenarla la chica? Muerta la señorita Barrowby, se queda sin trabajo y no es tan fácil encontrar empleo; no tiene preparación especial, ni nada de eso.
-Sin embargo -sugirió Poirot-, si la caja de los sellos no estaba guardada, cualquiera de la casa pudo tener oportunidad de realizar la sustitución,
-Naturalmente, estamos en eso, monsieur Poirot. No tengo reparo en confesarle que estamos haciendo averiguaciones... discretamente, claro. Cuándo fue preparada la medicina, dónde la guardaban de costumbre... Con paciencia y mucho trabajo pesado y oscuro conseguiremos lo que buscamos. Luego está también el abogado de la señorita Barrowby. Mañana tengo una entrevista con él. Y el director del banco. Todavía hay mucho que hacer.
Poirot se levantó.
-Voy a pedirle un favor, inspector Sims: que me diga cómo marcha el asunto. Lo consideraré como un gran favor. Éste es mi número de teléfono.
-¡No faltaría más, monsieur Poirot! Cuatro ojos ven más que dos; además, habiendo recibido la carta, tenía usted que estar en el asunto.

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