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- Sí.
- ¿Cuándo?
- Como... como dijo usted... por la mañana.
- ¿Y la jeringuilla?
- ¿La jeringuilla? Sí.
- ¿Por qué la mató?
- ¿Todavía lo pregunta?
- Sí, se lo estoy preguntando, señor Boynton.
- Pero si ya lo sabe...,mi mujer me abandonaba...se iba con Cope.
- Sí, pero usted se enteró de eso por la tarde.
Lennox lo miró fijamente.
- Sí, claro. Cuando estábamos fuera...
- Pero robó el veneno y la jeringuilla por la mañana, antes de saberlo.
- ¿Por qué diablos me acosa con preguntas?
Hizo una pausa y se pasó una mano temblorosa por la frente.
- ¿Qué importa todo eso?
- Importa mucho. Le aconsejo, señor Lennox Boynton, que me diga la verdad.
- ¿La verdad? - Lennox lo miró fijamente.
- Eso es lo que he dicho: la verdad.
- ¡Dios mío! - exclamó Lennox -. Se la diré, pero no sé si me creerá - respiró hondo -.
Aquella tarde, al separarme de Nadine, estaba completamente deshecho. Nunca había
pensado que ella pudiera abandonarme por otro hombre. ¡Estaba... estaba como loco!
Me sentía como si estuviera borracho o convaleciente de alguna grave enfermedad.
Poirot asintió y dijo:
- Lo sabía. Lady Westholme hizo una descripción perfecta de su modo de andar
cuando pasó junto a ella. Por eso sabía que su esposa mentía cuando me dijo que le
había dado la noticia de su marcha después de volver al campamento. Prosiga, señor
Boynton.
- Apenas sabía lo que hacía, pero, a medida que me acercaba al campamento, mis
ideas se fueron aclarando. ¡Me di cuenta de que la culpa era sólo mía! ¡Me había
portado como un miserable gusano! Tenía que haber desafiado a mi madrastra y haber
huido de su lado muchos años antes. Y se me ocurrió que tal vez entonces no sería aún
demasiado tarde. Allí estaba ella, el viejo demonio, sentada allá arriba como un ídolo
obsceno, destacándose entre las rojas montañas. Subí dispuesto a terminar con
aquello. Quería decirle lo que pensaba y comunicarle que me marchaba. Pensé que
incluso podría irme aquella misma noche, irme con Nadine y llegar hasta Maan o a