El club de los martes (Agatha Christie) Libros Clásicos

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Se manda llamar al doctor, que encuentra a Mrs. Jones, que ha comido más langosta que los demás, presa de grandes dolores y manda a buscar comprimidos de opio tal como nos dijo. No va él en persona, sino que envía a buscarlas. ¿Quién entrega los comprimidos al mensajero? Sin duda su hija. Está enamorada de
Jones y en aquel momento se despiertan todos los malos instintos de su naturaleza y le hacen comprender que tiene en sus manos el medio de conseguir su libertad. Los comprimidos que envía contienen arsénico blanco. Esta es mi solución.
-Y ahora, cuéntenos el verdadero desenlace, sir Heniy -exclamó Joyce con ansiedad.
-Un momento -dijo sir Henry-, todavía no ha hablado miss Marple.
Miss Marple tan sólo movía la cabeza tristemente.
-Vaya, vaya -dijo-, se me ha escapado otro punto. Estaba tan entusiasmada escuchando la historia. Un caso triste,sí, muy triste. Me recuerda al viejo Hargraves, que vivía en Mount. Su esposa nunca tuvo la menor sospecha hasta que, al morir, dejó todo su dinero a una mujer con la que había estado viviendo, y con la que tenía cinco hijos. En otro tiempo había sido su doncella.Era una chica tan agradable, decía siempre Mrs. Hargraves, no tenía que preocuparse de que diera la vuelta a los colchones cada día,siempre lo hacía, excepto los viernes, por supuesto. Y ahí tienen al viejo Hargraves, que le puso una casa a esa mujer en la población vecina y continuó siendo sacristán y pasando la bandeja cada domingo.
-Mi querida tía Jane -dijo Raymond con cierta impaciencia-. ¿Qué tiene que ver el desaparecido Hargraves con este caso?
-Esta historia me lo recordó en seguida -dijo miss Marple-. Los hechos son tan parecidos, ¿no es cierto? Supongo que la pobre chica ha confesado ya y por eso sabe ustedla solución, sir Henry.
-¿Qué chica? -preguntó Raymond-. Mi querida tía, ¿de qué estás hablando?
-De esa pobre chica, Gladys Linch, por supuesto.
La que se puso tan nerviosa cuando habló con el doctor, y bien podía estarlo la pobrecilla.Espero que ahorquen al malvado Jones por haber convertido en una asesinaa esa pobre muchacha. Supongo que a ella también la ahorcarán,pobrecilla.
-Creo, miss Marple, que está usted equivocada -comenzó a decir Mr. Petherick entre titubeos.
Pero miss Marple meneó lacabeza con obstinación, y miró de hito en hito a sir Henry.
-¿Estoy en lo cierto o no? Yo lo veo muy claro.

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