La casa del ídolo de Astarté (Agatha Christie) Libros Clásicos

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Esta es, aunque un tanto improbable, una explicación posible.
-Yo no lo aseguraría -replicó miss Marple-. Todo esto me ha dejado muy perpleja, pero ocurren cosas muy curiosas. El año pasado, en una fiesta al aire libre en casa de lady Sharpy, el hombre que estaba arreglando el reloj del golf tropezó con uno de los hoyos y perdió completamente el conocimiento por espacio de cinco minutos.
-Sí, querida tía -dijo Raymond en tono amable-, pero a él no le apuñalaron, ¿no es cierto?
-Claro que no, querido -contestó miss Marpie-. Eso es lo que voy a explicar. Claro que existe sólo un medio de que pudieran apuñalar al pobre sir Richard, pero primero quisiera saber qué es lo que le hizo caer Desde luego pudo ser la raíz de un árbol. Debía ir mirando a la joven y con la escasa luz de la luna es fácil tropezar con esas cosas.
-¿Dice usted que sólo existe un medio en que sir Richard pudo ser apuñalado, miss Marple? -pregun-tó el clérigo mirándola con curiosidad.
-Es muy triste y no me gusta pensarlo. El era diestro, ¿verdad? Quiero decir que, para clavarse él mismo la daga en el hombro izquierdo, tuvo que utilizar la mano derecha. Siempre me dio mucha pena el pobre Jack Baynes. Cuando estuvo en la guerra, se disparó en un pie después de una batalla, en Arras, ¿recuerdan? Me lo contó cuando fui a verlo al hospital. Estaba muy avergonzado. No creo que este pobre hombre, Elliot Haydon, se beneficie gran cosa con su malvado crimen.
-Elliot Haydon -exclamó Raymond-. ¿Crees que fue él?
-No veo que pudiera hacerlo otra persona -dijo miss Marple abriendo los ojos con sorpresa-. Quiero decir que, como dice sabiamente Mr. Petherick, hay que considerar los hechos y descartar toda esa atmósfera de deidades paganas, que no me resulta agradable. Fue el primero que se aproximó a Richard y le dio la vuelta. Y para hacerlo, tuvo que volverse de espaldas a todos. Yendo vestido de capitán de bandidos seguro que llevaba algún arma en el cinturón. Recuerdo que una vez bailé con un hombre disfrazado así cuando era jovencita. Llevaba cinco clases de cuchillos y dagas, y no hará falta que les diga lo molesto que resultaba para la pareja.
Todas las miradas se volvieron hacia el doctor Pender
-Yo supe la verdad -exclamó- cinco años después de ocurrida la tragedia.

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