La mina perdida (Agatha Christie) Libros Clásicos

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Una vez allí, con toda probabilidad le ofrecieron una bebida que contenía una droga, y cuando Lester, se recobró una hora más tarde, sólo tenía una vaga impresión de lo ocurrido. Tanto es así que tan pronto como Lester se enteró de la muerte de Wu Ling, tiene miedo y niega que haya llegado hasta Limehouse. Con su actitud, claro está, le hace el juego a Pearson. Pero ¿se queda Pearson satisfecho? No. Mi manera de actuar le intranquiliza y decide aportar nuevas pruebas que demuestren aún más la culpabilidad de Lester. De modo que organiza una artificiosa mascarada. A mí me ha de engatusar totalmente. ¿No acabo de decirle ahora mismo que era un niño disfrazado como para un carnaval? Eh bien, yo desempeñé mi papel. Regresa a su casa lleno de alegría. Pero a la mañana siguiente el inspector Miller llama a su puerta. Le encuentra los documentos; su plan se ha malogrado. ¡Amargamente deplora haber querido representar una comedia con Hércules Poirot! El caso sólo presentaba una auténtica dificultad.
-¿Cuál era esa dificultad?
-¡Convencer al inspector Miller! ¡Qué bestia de hombre! Imbécil y obstinado a la vez. ¡Y al final se llevó todos los honores!
-¡Qué lástima! -exclamé.
-Ah, bueno, tuve mis compensaciones. Los otros directivos de las Minas de Birmania Sociedad Limitada me adjudicaron catorce mil acciones como una pequeña recompensa por mis servicios. No está nada mal, ¿eh? Pero cuando se trate de invertir dinero, Hastings, se lo ruego, sea estrictamente conservador. Las cosas que lee usted en el periódico pueden no ser verdad. Los directores de Porcupine... ¡quizá son otros tantos señores Pearson!

FIN

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