La señal en el cielo (Agatha Christie) Libros Clásicos

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Me gustaría que hiciera otro tanto con el lugar del hecho. Se olvidó de mencionar eso.
Mr. Satterthwaite se sintió altamente lisonjeado con estas palabras.
-¿El lugar? ¿Deering Hill? Pues bien; hoy en día es una casa de aspecto vulgar. De ladrillos colorados y ventanas color rojizo. Exteriormente es bastante desagradable, aunque por dentro es sumamente cómoda. No es una casa muy grande, y tiene un terreno de regulares dimensiones. Todas las casas de los alrededores son muy parecidas entre sí. Fueron construidas para personas pudientes. El interior de la casa se parece al de un hotel, con las habitaciones a lo largo de los corredores. En cada una de ellas, un baño con agua caliente y fría y una buena cantidad de enchufes eléctricos. Todas son espléndidamente cómodas, aunque no son nada rurales. Deering Vale está situada a unos treinta kilómetros de Londres.
Mr. Quin escuchaba atentamente.
-El servicio de trenes es pésimo, según he oído -observó.
-Yo no diría eso -objetó Mr. Satterthwaite-. Estuve vivienda, allí durante una corta temporada, el verano pasado, y el horario me pareció muy cómodo para llegar al centro. Por supuesto, los trenes circulan cada hora. Salen de Waterloo doce minutos antes de las horas, y el último es el de las 22.48.
-¿Y cuánto tardan en llegar hasta Deering Vale?
-alrededor de 40 minutos. Los trenes llegan siempre dos minutos antes de cada media.
-Claro, debía haberme acordado -dijo Mr. Quin con un gesto de fastidio-. La señorita Dale fue a despedir a alguien que partía en el tren de las 6.28, ¿no es así?
Mr. Satterthwaite demoró uno o dos minutos en contestar. Su mente estaba ocupada en solucionar un problema no resuelto aún. Finalmente exclamó: -querría que me dijera qué quiso significar hace un momento cuando me preguntó si yo estaba seguro de no haber obtenido lo que quería.
Dicho de esa manera resultaba un tanto confusa la pregunta, pero Mr. Quin no aparentó no haber comprendido.
-Nada; sólo que pensaba si no habría sido usted un poco demasiado estricto. Al fin y al cabo, usted averiguó que Louise Bullard había sido alejada deliberadamente del país. Siendo así, debe haber una razón, y la razón debe encontrarse entre lo que ella le refirió a usted.
-Pues bien -dijo Mr. Satterthwaite razonando-, ¿qué me dijo? Si hubiera tenido que prestar declaración ante el jurado, ¿qué hubiera dicho?

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