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Más tarde, cuando el inspector se ha marchado, y la señorita Collins no puede verle, le es fácil sacar al niño y llevarlo en su automóvil a un lugar seguro.
-Pero, ¿y el perro? -pregunté-. ¿Y la mentira de la señorita Collins?
-Eso ha sido una pequeña broma mía. Le pregunté si había algún perro de juguete en la casa y dijo que no..., pero sin duda hay algunos... en el cuarto del niño. El señor Waverly puso algunos juguetes en el Agujero Secreto para hacer que Johnnie se entretuviera y no gritara.
-Señor Poirot -El señor Waverly penetró en la estancia-. ¿Ha descubierto algo? ¿Tiene alguna idea de dónde han llevado al niño?
Poirot le alargó un pedazo de papel.
-Aquí está la dirección.
-¡Pero si está en blanco!
-Porque espero que usted la escriba.
-¿Qué diab...? -El rostro de Waverly tornóse escarlata.
-Lo sé todo, monsieur. Le doy veinticuatro horas para devolver al niño. Su ingenuidad correrá parejas con la tarea de explicar su reaparición. De otro modo la señora Waverly será informada del exacto desarrollo de los acontecimientos.
El señor Waverly, dejándose caer sobre una silla, escondió el rostro entre las manos.
-Está con mi vieja nodriza, a unas diez millas de aquí. Se halla contento y bien cuidado.
-No tengo la menor duda. De no considerarle a usted un padre de corazón, no le ofrecería esta oportunidad.
-El escándalo.
-Exacto. Su nombre es antiguo y honorable. No vuelva a mancharlo. Buenas noches, señor Waverly. ¡Ah! A propósito, un consejo. ¡No se olvide nunca de barrer en los rincones!
FIN