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Michael Garfield, pues, había muerto... Poirot pensó que una de las islas griegas se quedaría sin el anhelado jardín.
Llevóse la mano de Judith a los labios, rozándola levemente.
-Adiós, madame, y salude en mi nombre a su encantadora hija.
-Miranda se acordará siempre de usted. Le debe muchísimo.
-Es mejor que me olvide. Con ciertos recuerdos ocurre que es mejor enterrarlos.
Poirot se dirigió a la señora Oliver.
-Buenas noches, chére madame. Lady Macbeth y Narciso. El asunto ha resultado extraordinariamente interesante. Tengo que darle las gracias por haberlo puesto todo en mi conocimiento con la mayor oportunidad.
-Esto es lo de siempre, Poirot -respondió la señora Oliver, cómicamente exasperada-. Puede usted ya comenzar a formular sus velados reproches de costumbre...
FIN