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seguida porque ella iba a tropezar con el cuerpo del desconocido.
Horrorizada, eché a correr. Huir de allí... Eso era todo lo que quería.
Asentí, comprensivo.
- ¿Qué pasó luego?
- Comencé a reflexionar. Ella sostenía que no había telefoneado
interesándose por mí. Entonces, ¿quién había sido el autor de la
llamada telefónica? ¿Quién había puesto mi reloj allí? Ideé el
pretexto de los guantes y guardé aquél en mi bolso. Me imagino que
cometí una estupidez.
- No pudo incurrir en una estupidez mayor. Esa acción basta para
acreditar su poco juicio.
- Pero es que hay alguien que intenta complicarme en este
desagradable asunto. Esa tarjeta postal... Tiene que haberme sido
enviada por una persona que sabe que me llevé el reloj. En cuanto
al grabado que aparece en la misma... Ya recordará usted: el «Old
Bailey...» De haber sido mi padre un criminal...,
- ¿Qué sabe exactamente acerca de sus padres, Sheila?
- Los dos murieron en un accidente siendo yo una niña muy
pequeña. Eso es lo que mi tía me contó... Pero ella jamás me habla
de mis padres, jamás me refiere nada. Y cuando la he interrogado,
sus contestaciones no se han acomodado a otras manifestaciones
anteriores. Por tal motivo, siempre he sospechado que hay algo
extraño en lo tocante a mi familia.
- Continúe.
- He llegado a pensar cosas que no sé cómo calificar. Quizá fuese
mi padre un criminal, un asesino, tal vez. O tal vez fuera mi madre
la que hubiese llevado una vida censurable. Cuando a una persona
le dicen que sus padres fallecieron durante su infancia y todos se
niegan a dar detalles respecto a ellos es por algo... Lo que se
piensa en esos casos es que la verdad es demasiado cruel para
que sea conocida por un ser inocente.
- Así pues, ésa ha sido siempre su obsesión. Es probable, sin
embargo, que la razón de tal actitud pueda ser muy sencilla.