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Esta vez se trataba del pequeño Mervin. Había
desaparecido. Había salido de la casa cuando ya era de noche con un farol y un
cubo para traer agua, y no había regresado. Hacia días que su estado no era
normal y se asustaba de todo. El padre oyó un frenético grito en el patio, pero
cuando abrió la puerta y se asomó, el muchacho había desaparecido. No se vela ni
rastro de él, y en ninguna parte brillaba el farol que se había llevado. En
aquel momento, Nahum creyó que el farol y el cubo habían desaparecido también;
pero al hacerse de día, y al regreso de su búsqueda de toda la noche por campos
y bosques, Nahum había descubierto unas cosas muy raras cerca del pozo: una
retorcida y semifundida masa de hierro, que había sido indudablemente el farol;
y junto a ella un asa doblada junto a otra masa de hierro, asimismo retorcida y
semifundida, que correspondía al cubo. Eso fue todo. Nahum imaginaba lo
inimaginable. Mrs. Pierce estaba como atontada, y Ammi, cuando llegó a casa y
oyó la historia, no pudo dar ninguna opinión. Merwin habla desaparecido, y sería
inútil decírselo a la gente que vivía en aquellos alrededores y que huían de los
Gardner como de la peste. Tan inútil como decírselo a los ciudadanos de Arkham,
que se reían de todo. Thad había desaparecido, y ahora había desaparecido
Merwin. Algo estaba arrastrándose y arrastrándose, esperando ser visto y oído.
Nahum no tardaría en morirse, y deseaba que Ammi velara por su esposa y por
Zenas, si es que le sobrevivían. Todo aquello era un castigo de alguna clase,
aunque Nahum no podía adivinar a qué se debía, ya que siempre había vivido en el
santo temor de Dios.
Durante más de dos semanas, Ammi no tuvo ninguna noticia de Nahum; y entonces,
preocupado por lo que pudiera haber ocurrido, dominó sus temores y efectuó una
visita a la casa de los Gardner.