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De hecho se encontraba a muy poca distancia de su hogar y estaba habitada por una familia negra muy apreciada para trabajos domésticos tales como lavar la ropa, limpiar o atender a los servicios de calefacción. El hecho de encontrar en la lejana Salem datos sobre aquella casa que tanto había significado en la historia de su propia familia, impresionó profundamente a Ward, quien decidió explorarla inmediatamente después de su regreso a Providence. Los párrafos más misteriosos de la carta, que interpretó como simbólicos, le desconcertaron totalmente aunque cayó en la cuenta con un estremecimiento de curiosidad de que el pasaje de la Biblia que en ella se citaba -Job, 14, 14- era el versículo que dice: «Si muere un varón, ¿revivirá? Todos los días de mi servicio esperaría hasta que llegase mi relevo.»
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El joven Ward llegó pues a Providence en un estado de agradable excitación y pasó el sábado siguiente en prolongado y exhaustivo estudio de la casa de Olney Court. El edificio, ahora en muy mal estado, no había sido nunca una mansión. Era sencillamente un caserón de madera de dos pisos y de estilo colonial con tejado puntiagudo, amplia chimenea central y porche adornado con columnas dóricas. Externamente había sufrido muy pocas alteraciones, y Ward, al mirarlo, tuvo plena conciencia de que contemplaba algo relacionado muy de cerca con el siniestro objetivo de su investigación.
Conocía a la familia negra que habitaba la casa y fue cortésmente invitado a visitar el interior por el viejo Asa y su fornida esposa, Hannah. Había dentro más cambios de los que hacía sospechar el exterior y Ward vio con decepción que los frisos de volutas y las alacenas y armarios empotrados habían desaparecido, mientras que el revestimiento de madera de las paredes estaba marcado, arañado, mellado, o sencillamente cubierto por papel pintado de la más baja calidad. En general la visita no resultó tan productiva como Ward había esperado, pero al menos sintió una gran emoción al hallarse entre aquellos muros ancestrales que habían alojado a Joseph Curwen, hombre que tanto horror despertara entre sus conciudadanos. Comprobó con un sobresalto de emoción que alguien había borrado cuidadosamente las iniciales del antiguo llamador de bronce.
A partir de aquel momento y hasta que terminó el curso, Ward se dedicó al estudio de la copia del manuscrito de Hutchinson y de los datos relativos a Curwen. La clave del manuscrito se le resistía, pero logró encontrar tantas referencias y tantos indicios acerca de dónde continuar buscando, que decidió efectuar un viaje a New London y a Nueva York para consultar documentos antiguos que se conservaban en esas dos ciudades.