En la noche de los tiempos (Howard Phillips Lovecraft) Libros Clásicos

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En 1909 pasé un mes en el Himalaya. En 1911 llamé la atención sobremanera a causa de la expedición que emprendí, en camello, a los ignorados desiertos de Arabia. Nunca he conseguido saber qué sucedía en aquellos viajes.
Durante el verano de 1912 fleté un barco y zarpé con rumbo al Artico, hasta el norte de archipiélago de Spitzberg. A mi regreso di muestras de decepción.
A finales de ese mismo año pasé unas semanas solo, adentrándome por el vasto sistema de cavernas de Virginia occidental, por sus negros laberintos, más allá de donde haya alcanzado jamás la huella del hombre. Nadie se ha atrevido después a repetir esta hazaña.
Mis estancias en las universidades se caracterizaban por una asimilación de conocimientos anormalmente rápida, como si mi segunda personalidad tuviera una inteligencia enormemente superior a la mía propia. He descubierto también que mis capacidades de lectura y de estudio eran extraordinarias. Me bastaba con hojear un libro para dominarlo a fondo. Mi habilidad para interpretar figuras complicadas en un instante, era verdaderamente asombrosa.
En ocasiones se llegó a rumorear que yo poseía el poder de influir sobre el pensamiento y la voluntad de los demás, aunque por lo visto, procuraba yo disimular esta facultad.
También se habló de mis relaciones con los dirigentes de diversas sectas ocultistas y con eruditos sospechosos de mantener dudosos contactos con los hierofantes de cultos abominables tan antiguos como el mundo. Estos rumores, cuyo fundamento no se pudo demostrar entonces, se veían alentados por la conocida temática de mis lecturas, puesto que en las bibliotecas no se pueden consultar libros raros sin que trascienda el secreto.
Hay pruebas palpables -mis anotaciones marginales- de que estudié a conciencia libros tales como el Cultes de Goules del conde d´Erlette, De Vermis Mysteriis de Ludvig Prinn, el Unaussprechlichen Kulten de von Junzt, los fragmentos que se conservan del enigmático Libro de Eibon, y el terrible Necronomicon del árabe loco Abdul Alhazred. Y es innegable, además, que durante el tiempo de mi sorprendente cambio, renació una perversa actividad en numerosos cultos secretos.
En el verano de 1913 comencé a dar muestras de aburrimiento y desinterés, e insinué a varias personas que cabía esperar en mí un pronto cambio. Les dije que volvían a mí algunos recuerdos de mi vida anterior, pero me juzgaron insincero, considerando que todos los detalles que yo mencionaba podían proceder de mis antiguas notas personales.

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