Herbert West: Reanimador (Howard Phillips Lovecraft) Libros Clásicos

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La fosa no era demasiado honda, pero era tan buena como la del ejemplar anterior, aquel que se había levantado y había proferido un grito. A la luz de nuestras linternas oscuras, lo cubrimos cuidadosamente con hojas y ramas secas, seguros de que la policía no lo descubriría jamás en un bosque tan oscuro y espeso.
Al día siguiente, me sentí alarmado, ya que un paciente me trajo la noticia de que se sospechaba que habían celebrado un combate, y que había muerto alguien. West tenia otro motivo de preocupación: por la tarde le habían llamado para que atendiese un caso que acabo de forma amenazadora. Una italiana se había puesto histérica porque se le había extraviado el hijo, un chiquillo de cinco años, que había desaparecido por la mañana y no había vuelto para comer-, y presentaba síntomas sumamente alarmantes dado que padecía del corazón. Era un histerismo estúpido, ya que el chico se había escapado más de una vez; pero los campesinos italianos son extraordinariamente supersticiosos, y esta mujer parecía tan angustiada por los presagios como por los hechos. Hacia las siete de la tarde la mujer falleció, y su frenético marido armó un escándalo espantoso, empeñado en matar a West, a quien culpaba furiosamente de no haberle salvado la vida. Los amigos le sujetaron cuando le vieron sacar un cuchillo; pero West se marchó en medio de inhumanos alaridos, maldiciones y juramentos de venganza. En su ultimo dolor, el hombre parecía haberse olvidado de su hijo, que aún no había regresado, entrada ya la noche. Se habló de buscarle en el bosque; pero la mayoría de los amigos de la familia se ocuparon de la difunta y del vociferante marido. Total, la tensión nerviosa a que se vio sometido West fue sin duda tremenda. El pensar en la policía y en el italiano loco le agobiaba tremendamente.
Nos retiramos a descansar alrededor de las once, pero yo no dormí bien. Bolton contaba con un cuerpo de policías sorprendentemente eficaz pese a ser un pueblo pequeño; y yo no paraba de pensar en el escándalo que se provocaría si llegaba a descubrir lo ocurrido la noche anterior. Podía significar el fin de nuestro trabajo en la localidad... y quizá la cárcel para los dos. Me inquietaban los rumores que corrían acerca del combate de boxeo. Pasadas las tres, el resplandor de la luna me dio en los ojos; pero me volví sin levantarme a cerrar su persiana.

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