Herbert West: Reanimador (Howard Phillips Lovecraft) Libros Clásicos

Página 16 de 31

Luego sonaron unos golpes enérgicos en la puerta de atrás.
Permanecí inmóvil, algo aturdido; poco después oí a West llamar a mi puerta. Estaba en bata y zapatillas, y tenía en las manos un revólver y una linterna eléctrica. Al ver el revólver, comprendí que pensaba más en el enajenado italiano que en la policía.
Será mejor que bajemos los dos susurró. No estaría bien no contestar; quizá sea un paciente... sería muy propio de uno de esos idiotas llamar por la puerta de atrás.
Así que bajamos los dos sigilosamente, con un temor en parte justificado, y en parte debido sólo al misterio de las primeras horas le la madrugada. Volvieron a llamar, un poco más fuerte. Al llegar a la puerta, corrí el cerrojo cautelosamente y abrí de par en par; y al revelarnos la luz de la luna la figura que teníamos delante. West hizo algo muy extraño. A pesar del evidente peligro de atraer sobre nuestras cabezas la temida investigación policial -- cosa que felizmente evitamos por el relativo aislamiento de nuestra casa-- , mi amigo, súbita, excitada e innecesariamente, vació las seis recámaras de su revólver sobre nuestro nocturno visitante.
Porque no se trataba del italiano ni del policía. Recortándose horrendamente contra la luna espectral, había un ser gigantesco y deforme, inconcebible salvo en las pesadillas; una aparición de ojos vidriosos, negra, y casi a cuatro patas, cubierta de hojas y ramas y barro; sucia de sangre coagulada, la cual mostraba entre sus dientes relucientes una cosa cilíndrica, terrible, blanca como la nieve, que terminaba en una mano diminuta.
IV. El Grito del Muerto
El grito de un muerto fue lo que me hizo concebir aquel intenso horror hacia el doctor Herbert West, horror que enturbió los últimos años de nuestra vida en común. Es natural que una cosa como el grito de un muerto produzca horror, ya que, evidentemente, no se trata de un suceso agradable ni ordinario. Pero yo estaba acostumbrado a esta clase de experiencias; por tanto, lo que me afectó en esa ocasión fue cierta circunstancia especial. Quiero decir, que no fue el muerto lo que me asustó.
Herbert West, de quien era yo compañero y ayudante, poseía intereses científicos muy alejados de la rutina habitual de un médico de pueblo. Esa era la razón por la que, al establecer su consulta en Bolton, había elegido una casa próxima al cementerio.

Página 16 de 31
 

Paginas:


Compartir:




Diccionario: