Los Sueños de la Casa de la Bruja (Howard Phillips Lovecraft) Libros Clásicos

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Inmediatamente antes de lanzarse, se apagó la luz violeta y Gilman quedó en la más completa oscuridad. La bruja, la vieja Keziah, Nahab, aquello debía significar su muerte. Y mezclados con los remotos cánticos de la noche del Sabbath, y con los quejidos de Brown jenkin en el abismo inferior, le pareció oír otros gemidos más frenéticos que llegaban desde profundidades desconocidas. joe Mazurewicz, sus conjuros contra el Caos Reptante, que ahora se convertía en un aullido de triunfo, mundos de sardónica realidad que invadían los torbellinos de sueños febriles, lá, ShubNiggutah, El Macho Cabrío con el Millar de Crías...
Encontraron a Gilman en el suelo de la buhardilla de extraños rincones mucho antes de que amaneciera, pues el terrible grito había hecho acudir inmediatamente a Desrochers y a Choynski, a Dombrowski y a Mazurewicz, e incluso había despertado a Elwood, que dormía en su sillón. Estaba vivo, con los ojos abiertos y fijos, pero parecía medio inconsciente. Tenía en el cuello las señales dejadas por las manos asesinas, y una rata le había mordido en el tobillo. Tenía la ropa muy arrugada y el crucifijo de Joe había desaparecido. Elwood pensó atemorizado, rehusando imaginar la respuesta, qué nueva fórmula había adoptado el sonambulismo de su amigo. Mazurewicz estaba medio aturdido por una «señal» que decía haber recibido en respuesta a sus preces y se persignó frenéticamente cuando se oyó el chillido de una rata que llegaba desde el otro lado de la pared inclinada.
Una vez acomodado Gilman en la cama, en la habitación de Elwood, enviaron a buscar al Dr. Malkowski, un médico de la vecindad de probada discreción. Le puso éste dos inyecciones hipodérmicas que le relajaron y le sumieron en un sueño reparador. El enfermo recobró el conocimiento varias veces durante el día y narró a Elwood algunos pasajes de sus pesadillas más recientes. Fue un proceso muy penoso, y desde el principio se puso de manifiesto un hecho desconcertante.
Gilman, cuyos oídos habían mostrado últimamente una anor ‘ mal sensibilidad, estaba completamente sordo. Volvieron a llamar al Dr. Malkowski sin tardanza y éste dijo que Gilman tenía los dos tímpanos rotos como resultado de algún estruendo superior al que cualquier ser humano pudiera concebir o soportar. Cómo había podido oír semejante ruido en las últimas horas sin que despertara todo el valle del Miskatonic, era más de lo que el honrado médico podía decir.
Elwood escribió su parte de la conversación, y así pudieron comunicarse los dos amigos.

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