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Me sacudió un escalofrío; eché una manta sobre el rostro espantoso, y desperté al enfermero. Luego salí de la celda y me fui en silencio a mi habitación. Sentía un inexplicable y repentino deseo de dormir y soñar cosas que no debo recordar.
¿El clímax? ¿Qué informe puramente científico’ puede presumir de tal efecto retórico? Me he limitado a consignar ciertos hechos que considero reales, para dejar que vosotros los interpretéis a vuestro gusto. Como he reconocido ya, mi director, el doctor Fenton, niega que sea real lo que he relatado. Jura que sufrí una crisis nerviosa, y que necesitaba muchísimo esas largas vacaciones pagadas que tan generosamente me concedió. Me asegura por su honor profesional que Joe Slater era un paranoico profundo, cuyas fantásticas ideas debían provenir de toscas historias que siempre se transmiten de generación en generación, aun en las comunidades más decadentes. Todo eso me dice... sin embargo, no puedo olvidar lo que vi en el cielo, la noche siguiente a la muerte de Slater. Para que no me creáis un testigo parcial, dejo que otra pluma añada este testimonio final, que quizá aporte ese clímax que esperabais. Cito literalmente la reseña sobre la estrella Nova Persei de las páginas de esa eminente autoridad en astronomía que es el profesor Garret P. Serviss:
«El 22 de febrero de 1901, el doctor Anderson de Edimburgo descubrió una nueva y maravillosa estrella, no muy lejos de Algol. Hasta ahora, no se había visto estrella alguna en ese punto. Dentro de veinticuatro horas, la desconocida había adquirido tal brillo que había superado el resplandor de Capella. En el plazo de una semana o dos, había menguado visiblemente, y en el curso de unos meses apenas se distinguía a simple vista>>.
MAS ALLÁ DEL MURO DEL SUEÑO
H. P. LOVECRAFT