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Sólo llevaba
puestos unos calzones cortos y lo sucedido me habla alterado más de lo que hubiera querido reconocer.
Me avergüenza admitir que durante un instante creí que habla sido Rhoda, lo cual sólo demuestra que el incidente me habla provocado bastante confusión mental, pues Rhoda era incapaz de una acción semejante. De haber deseado pasar la noche en mi cama, lo habría dicho como otras veces. Además, el pecho que yo habla tocado no era, el de Rhoda, que tenía unos senos firmes y bellamente redondeados, mientras que los de la mujer que había estado tendida a mi lado eran fláccidos, viejos, de enormes pezones. A diferencia de los de Rhoda, me habían producido un estremecimiento de horror.
Cogí la lámpara y salí de la habitación, dispuesto a registrar la casa. Pero al desembocar en el vestíbulo oí, como si procedieran de un punto situado fuera de la casa y muy por encima de ella, unos tenues, lejanos sollozos de mujer. Era la voz de una mujer que estaba siendo castigada, y me llegaba como desde una distancia desolada, como un fantasma de sonido que no tardó en perderse del todo. No habría durado más de treinta segundos, pero a su modo había resultado tan inconfundible como lo que había palpado en el lecho.
Me quedé parado un rato, agitado interiormente, y por fin me retiré a la cama, donde permanecí insomne durante una hora larga, atento por si pasaba algo.
Nada ocurrió, y cuando por fin volví a dormirme, ya había empezado a preguntarme si no habría confundido algún sueño con la realidad.
Pero a la mañana siguiente, el nublado rostro de Rhoda me dijo que algo iba mal. Se habla levantado a preparar el desayuno y la encontré en la cocina. Se volvió hacía mí, sin saludarme, y dijo:
- ¡Anoche había una mujer en la casa!-
¡Entonces no era un sueño! --exclamé yo.
-¿Quién era? - preguntó.
Moví la cabeza negativamente.
-Me gustaría podértelo decir.
-Me parece extraordinario que venga la mujer de la limpieza en mitad de la noche -prosiguió.
- ¿La viste?
-Si la vi, ¿por qué?
-¿Cómo era?
-Parecía joven, pero me dio la extraña sensación de que no lo era ni mucho menos. Tenía una cara inexpresiva, inmóvil. Sólo tenía vivos los ojos.
-¿Y ella te vio a ti?
-No creo.
¡Es la mujer que venia a atender a mi tío! -~- exclamé-.