La sombra del desván (Howard Phillips Lovecraft y August Derleth) Libros Clásicos

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A continuación me abalancé a la ventana y la abrí.
-¡Rhoda! -grité.
No había descuidado ningún detalle. En el antepecho de la ventana habla apoyada una escala de madera.
La casa ardió hasta los cimientos y con ella todo cuanto contenía.
El incendio no afectó a la herencia de mi tío abuelo.
Como dijo Mr. Saltonstall, yo estaba cumpliendo, las con-iciones impuestas cuando circunstancias ajenas a mi voluntad me habían impedido continuar. Así, pues, heredé la finca, la vendí y Rhoda y yo nos casamos.
Pese a sus manías insistentemente femeninas.
-Yo fui la que le prendió fuego - dijo. Cuando se marchó con mis papeles y mis libros, se pasó un día entero en la Universidad del Miskatonic estudiando algunos de los libros de arcanos y brujería que dan justa fama a su biblioteca. Por fin había llegado a la conclusión de que el espíritu que animaba la casa y producía los hechos que en ella tenían lugar era el del tío abuelo Uriah Garrison, y de que la única razón de haberme llevado a vivir allí había sido la de tenerme a su alcance para usurpar - mi fuerza vital y tomar posesión de mi cuerpo. La mujer era un súcubo, acaso su amante. La ratonera comunicaba evidentemente con otra dimensión.
Las mujeres son únicas para construir edificios románticos con los materiales más extraños. ¡ Súcubos!
Sin embargo, hay veces, incluso ahora, en que sus ideas se me contagian. En ocasiones me siento inseguro de mi propia identidad. ¿Soy Adam Duncan o Uriah Garrison? Es preferible no hablar de ello con Rhoda. Una vez mencioné el asunto y lo único que contestó fue:
-Parece que te sienta bien.
Las mujeres son criaturas fundamentalmente no racionales. Jamás nadie podrá quitarle de la cabeza sus ideas sobre la casa de Aylesbury Street. A milo que me mortifica es yerme incapaz de ofrecer una explicación más racional que la suya, una explicación que dé plena respuesta a todas las preguntas que me hago cuando me siento a pensar en aquellos hechos en que tan pequeño
-pero importante- papel desempeñé.


LA SOMBRA DEL DESVÁN
H. P. LOVECRAFT Y AUGUST DERLETH

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