Sordo, mudo y ciego (Howard Phillips Lovecraft y C. M. Eddy) Libros Clásicos

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La casa se estremecía como cenizas del Dweurgar en los cedazos de Niflheim (1). cada listón del suelo bajo mis pies se estremeció como un ser doliente. Mi máquina de escribir tembló hasta que pude imaginar que las teclas castañeteaban de miedo.
Tras un breve instante, todo pasó. Todo quedó tan calmado como antes. ¡Demasiado calmado! Parecía imposible que una cosa así pudiera ocurrir y, sin embargo, dejar todo exactamente como antes. No, no exactamente... ¡estoy plenamente convencido de que algo le ha ocurrido a Dobbs! Es esta convicción, unida a esta calma antinatural, lo que acentúa el miedo premonitorio que persiste en reptar a mi alrededor. ¿Miedo? Sí... aunque estoy tratando de razonar cuerdamente conmigo mismo que no hay anda que temer. Los críticos han elogiado y condenado mi poesía porque muestra lo que ellos denominan una vívida imaginación. En un momento como éste puedo de corazón unirme a quienes gritan "demasiado vívida". Nada puede estar fuera tan de lugar o...
¡Humo! Como un débil rastro sulfuroso, pero inconfundible a mi agudo olfato. Tan débil, de hecho, que me es imposible determinar si viene de algún liugar de la casa o entra a través de la ventana de la habitación adyacente que se abre al pantano. La impresión se convierte rápidamente en algo más claramente definido. Estoy seguro ahora de que no viene del exterior. Erráticas visiones del pasado, sombrías escenas de otros días, vuelven a mí en un recuerdo estereoscópico. Una fábrica llameante... histéricos gritos de mujeres aterrorizadas atrapadas por paredes de fuego, una ardiente escuela... lastimeros gritos de desamparados niños presos derrumbadas escaleras; un teatro en llamas... frenética babel de gente enloquecida por el pánico luchando por liberarse sobre agrietados suelos y, sobre todo, las impenetrables nubes de negro, nocivo, malicioso humo contaminando el pacífico cielo. El aire de la habitación está saturado con oleadas espesas, pesadas, sofocantes... y a cada momento espero sentir las lenguas llameantes lamer con avidez mis piernas inútiles... me duelen los ojos... mis oídos laten... toso y me sofoco tratando de librar mis pulmones de los hedores de Ocypete (2)... humo, tal como se asocia con aterradoras catástrofes... acre, hediondo, mefítico humo mezclado con el nauseabundo olor de la ardiente carne.
Una vez más estoy a solas con esta portentosa calma. La bienvenida brisa que acaricia mis mejillas está restaurando rápidamente mi perdido valor. Naturalmente, la casa no puede estar en llamas, ya que hasta el último vestigio del torturante humo se ha desvanecido.

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