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Se remedió mediante sustitutos artificiales, pronto universalmente empleados. Y mientras los viejos lugares que habían conocido los grandes hechos de los mortales eran abandonados, el botín rescatado por los fugitivos mermó más y más. Objetos del mayor valor e importancia quedaron olvidados en museos muertos -perdidos entre los siglos- y, al fin, la herencia de un pasado inmemorial fue abandonada. La decadencia tanto física como cultural surgió con el insidioso calor. Ya que los hombres habían vivido tanto tiempo cómodos y seguros que este éxodo de pasados escenarios fue difícil. Tales sucesos no fueron recibidos Temáticamente, su misma lentitud era aterradora. La degradación y el desastre fueron pronto comunes, los gobiernos se disolvieron y las desamparadas civilizaciones se sumieron en la barbarie.
Luego, cuarenta y nueve siglos después de la ruina del cinturón ecuatorial, todo el hemisferio oeste quedó despoblado y el caos fue completo. No hubo trazas de orden o decencia en las últimas escenas de esta titánica, atroz e impresionante migración. Locura y frenesí acosaron a todos, y los fanáticos portavoces de un Armaged6n estaban a la orden del día.
La humanidad se convirtió un lastimero residuo de antiguas razas, un fugitivo no sólo de las condiciones imperantes, sino también de su propia degeneración. Aquellos que pudieron huyeron a las tierras del norte y el antártico, el resto se sumió durante años en una increíble saturnalia, dudando vagamente de la cercana tragedia. En la ciudad de Borligo se llevó a cabo la total ejecución de los nuevos profetas, tras meses de espera infructuosa. Pensaron que la fuga a tierras del norte era innecesaria y no aguardaban el amenazador final.
Cómo perecieron debió ser terrible sin duda... aquellas vanas y necias criaturas que pensaron desafiar al universo. Pero las tiznadas y chamuscadas torres son mudas...
Tales sucesos, no obstante, no deben ser registrados, porque hay cosas más importantes para considerar que la lenta y total caída de una civilización perdida. Durante un largo periodo, la moral tuvo su punto más bajo entre los pocos valientes asentados en las riberas del ártico y el antártico, tan templados como lo fuera el sur de Yarat en tiempos muy pretéritos. Pero aquello era sólo una prorrroga. El suelo era fértil, y las perdidas artes de 1ª ganadería fueron recobradas de nuevo. Fue durante mucho tiempo un tranquilo y pequeño epítome de las tierras perdidas, aunque no había ya inmensas multitudes ni grandes edificios.