Horror en el museo (Howard Phillips Lovecraft y Hazel Heald) Libros Clásicos

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La expresión del rostro del narrador estaba volviéndote progresivamente alarmante y repulsiva, por lo que Jones se removió involuntariamente en su silla. Rogers pareció percatarse del nerviosismo de su invitado y prosiguió con una peculiar sonrisa maligna.
- Traje Eso el año pasado, y desde entonces he estado probando ritos y sacrificios. Orabona no ha sido de mucha ayuda, ya que siempre estuvo en contra de la idea de despertarlo. Odia a Eso... probablemente porque tiene miedo de lo que Eso pueda llegar a significar. Lleva encima una pistola, en todo momento, -para protegerse.. imbécil, ¡como si hubiera alguna protección humana contra ese Ser! Si lo veo alguna vez usar esa pistola, lo estrangulo. Quiere que lo mate y haga una efigie con Eso. Pero estoy empecinado en mis propios planes y los llevaré a cabo, ¡a pesar de todos los cobardes como Orabona y todos los malditos escépticos sardónicos como tú, Jones! He entonado los ritos, realizado ciertos sacrificios y la última semana hubo un cambio. El sacrificio fue.... ¡aceptado y agradecido!
En ese momento, Rogers se relamió los -labios, mientras Jones permanecía incómodamente rígido. El empresario se detuvo y se alzó, cruzando la sala hacia la pieza de arpillera que tan a menudo ojeara. Inclinándose, asió una de las esquinas mientras volvía a hablar.
- Ya te has reído bastante de mi trabajo... es el momento de que conozcas ciertos hechos. Orabona me dijo que escuchaste el aullido de un perro por aquí esta tarde. ¿Sabes lo que eso significa?
- Jones se sobresaltó. A pesar de toda su curiosidad, se hubiera contentado con salir sin arrojar más luz sobre el asunto que tanto le desconcertaba. Pero Rogers fue inexorable y comenzó a alzar la pieza de arpillera. Bajo ella yacía una exprimida, casi informe masa que Jones tardó en clasificar. ¿Qué fue aquel ser viviente que algo había aplastado; exprimiendo su sangre y perforándolo en un millar de sitios, retorciéndolo en una destrozada y grotesca masa de huesos rotos? Tras un momento, Jones comprendió lo que debía ser. Era lo que quedaba de un perro; un perro, quizás, de considerable tamaño y color blanquecino. Su raza era imposible de reconocer, ya que la torsión le había convertido en una indescriptible y odiosa forma. La mayor parte del pelaje estaba quemado como por efecto de un fuerte ácido, y la desnuda piel sin sangre estaba plagada de innumerables heridas o incisiones circulares.

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